Faltan pocas semanas para las elecciones, todavía hay un alto número de indecisos y el sistema de campaña electoral pareciera que no está siendo de gran utilidad para ayudar a tomar una decisión.

Hay diversos motivos que pueden ser la causa para no haber escogido una opción, por lo menos, presidenciable.

Personas de hasta 26 años que solo han vivido en el ejercicio democrático del socialismo del siglo XXI como gobierno, sin experiencias para comparar; votantes que ante la marcada polarización impulsada en estos diez años por la administración de Alianza PAIS, saben que su voto es contra ellos, pero todavía no deciden a quién apoyar; otros que frente al desencanto, la crisis y las experiencias negativas de proyectos similares como Venezuela y Argentina, dudan si darle o no más tiempo al actual sistema, etcétera.

Sumado a todo esto, siento que existe un gran factor común: la desconfianza.

Desconfianza frente a los dobles discursos, frente a los líderes mesiánicos que brotaron de pronto, frente a la información que se comparte en las redes sociales, frente a las encuestas, frente a la campaña sucia que se reparte cobardemente de manera anónima, entre muchos otros factores.

Estamos viviendo un momento donde no hay certezas, no se sabe qué denuncia es cierta, qué estadística es confiable, qué índices son los que retratan nuestra verdadera situación y frente a eso, es explicable que exista una indecisión o por lo menos una duda frente a quién entregarle el poder para que maneje el destino del Ecuador.

En ese contexto aparecen las campañas electorales.

Si bien el actual sistema de pautaje del CNE hace difícil poder tener una comunicación sostenida y eficiente entre candidatos y sus públicos a través de los medios tradicionales, también se puede observar que los escasos recursos y espacios no están siendo utilizados de la mejor manera.

Es cosa de prender la radio y ver cómo se suceden una tras otra las cuñas de candidatos a la Asamblea con sus promesas y eslóganes, ¿se acuerda usted de alguna?

Cuando se trabaja una campaña de comunicación hay que cumplir por lo menos con dos premisas, la primera es que el mensaje haga sentido en los problemas y preocupaciones del receptor, siendo capaces de compartir significados, hablar en un idioma común, apuntar a que los argumentos sean coherentes con su tipo de problemas y, por sobre todo, lograr desde lo emocional generar empatía y confianza.

Lo segundo tiene que ver con la creatividad, en un escenario de sobresaturación de mensajes similares hay que diferenciarse, distinguirse. No basta con informar, hay que ser capaces de persuadir, para eso lo primero es aparecer y se aparece con creatividad.

No es suficiente tener una propuesta válida, hay que lograr comunicarla y transformarla en una posibilidad. Es fundamental darle a un indeciso argumentos que no solo le permitan tomar una decisión, sino también explicarla, defenderla y divulgarla.

Más allá del uso de las redes sociales, recorridos y apariciones en medios, la propaganda en medios tradicionales puede ser una poderosa herramienta si se la capitaliza adecuadamente y no solo la dejamos en promesas abstractas y carteles que ensucian.

Todavía hay tiempo.(O)