El cuarto trimestre fue de destrucción de empleos; así fue todo 2016. En el trimestre, la población urbana en edad de trabajar aumentó en 51 mil; normalmente unos 30 mil hubieran buscado trabajo. Sin embargo, la población con empleo o que busca empleo (PEA: población económicamente activa), en lugar de aumentar se redujo en 46 mil. ¿Por qué? Solo puede haber dos explicaciones: o porque ya no necesitaban los ingresos, o porque desistieron de la búsqueda de empleo, por infructuosa.

La respuesta es lo segundo: se desprende del resto de cifras. El empleo adecuado, esto es, el que todos buscan, cayó en 34 mil. Recapitulemos: para absorber a los que normalmente hubieran requerido empleo, tenía que aumentar 31 mil, y en cambio se redujo en 34 mil. Incluso el empleo distinto al adecuado se redujo en 11 mil.

El desempleo cayó en 12 mil. ¿Buena noticia? No, porque esos 12 mil no es que consiguieron empleo, sino que dejaron de ser desempleados porque desistieron de seguir buscando trabajo, y se los clasifica como “inactivos”.

Si miramos al año como un todo, el panorama es catastrófico. El número de desempleados creció en 57 mil, un 20%. De cada mil empleos adecuados a fines del 2015, se perdieron 86 en 2016, un total de 239 mil.

Cuando Lasso habla de crear 1 millón de empleos en cuatro años, está diciendo “en mi primer año voy a recuperar los empleos que perdió Rafael Correa en 2016, y cada año voy a aumentar un número similar”. Una meta muy exigente, pero digna de bregar por cumplirla.

Las autoridades justifican su agresivo e insostenible endeudamiento argumentado que de lo contrario la recesión, que se prolonga desde 2015 y cuyo fin no se vislumbra, hubiera sido peor. Pero no hacen nada para salir de la recesión, solo cruzar los dedos para que el petróleo suba y pueda volver el derroche.

Este gobierno ha estigmatizado la inversión privada, tiene el prejuicio ideológico que el dinero no debe crear ganancias, solo el trabajo. De ahí la ley que incauta la plusvalía, la que crea responsabilidades penales a quien tiene acciones en una empresa que quiebra, la que grava con impuesto a la renta a las empresas que pierden dinero, entre otras.

Los dueños del dinero, desde las enormes empresas hasta los que tienen una magra cuenta de ahorros, están desestimulados de invertir.

La recuperación de empleos pasa por la mayor inversión privada: ya no se puede seguir inflando a la burocracia. Para ello, hay que crear un clima favorable. Eso incluye derogatoria de unas leyes, reformas de otras, pero más que nada, crear un clima de confianza para la inversión; reconocer que prosperar es bueno, lo que incluso el partido comunista de China reconoce.

El próximo gobierno tiene que repudiar las políticas del actual. Paños tibios no bastan. De lo contrario persistirá la desconfianza y falta de inversión; la economía nacional continuará contrayéndose y con ella el empleo. El día que el mercado financiero nos diga no va más, y que se hayan consumido las reservas internacionales, la economía se ajustará sola, pero a un costo estremecedor. (O)