En ciertas religiones y sectas el pecado es una transgresión, voluntaria o no, de la ley divina. Se lo define como desobediencia, rechazo, obstáculo para la salvación, también causa por la que se muere el alma. Las transgresiones a una ley divina pueden ser diferentes. Para un musulmán las faltas serán distintas de las que contemplan el cristianismo o el budismo. En la India las vacas consideradas como sagradas deben ser respetadas, se considera grave un atentado a su vida o a su cuerpo. En cambio, la Biblia nos habla de parrilladas, sacrificios por millares. Los vegetarianos, por respeto a la vida de los animales o por su misma filosofía, se abstienen de comer carne o llegan a una dieta mucho más estricta. Se habla entonces de lactovegetarianismo, veganos, pescetarianos, apivegetarianos (consumo de la miel) crudívoros, lactoscerelianos, entre tantos. Es probable que la dieta vegetariana sea más saludable que el consumo de la carne, los carnívoros podrían ser considerados como criminales, del mismo modo que nos indigna que los chinos puedan comer gatos, perros, animales domésticos o mascotas.

La conciencia es la que nos hace considerar a nuestra manera lo que es pecaminoso o errado. La Biblia da leyes estrictas acerca de los alimentos puros y de los impuros, los musulmanes no pueden comer carne de cerdo, los judíos no pueden consumir la sangre de los animales sacrificados. Puedo imaginar el rechazo que han de experimentar al vernos comer morcilla.

Sócrates decía que nadie es malo voluntariamente, puede ser cierto en el sentido de que los crímenes más abominables suelen ser cometidos por personas desquiciadas, privadas de la más elemental conciencia. Adolfo Hitler era compulsivo, lo consideramos como un monstruo incapaz de experimentar empatía. Millones de personas asesinadas ni siquiera pudieron despertar en el Führer la más mínima piedad. Hitler se regocijaba escuchando las óperas de Wagner, pintaba acuarelas, Camargo tenía una vasta cultura. Si bien es cierto que el genocidio puede haber eliminado a seis millones de judíos, recordemos que el diluvio universal, de haberse producido por decisión divina, sería un genocidio mucho mayor. No creo en castigos divinos ni puedo pensar que el terremoto del 16 de abril fuese una represalia para los manabitas. Tampoco admito que la muerte por cáncer de tantos niños (visité varias veces el pabellón de Solca, donde los infantes mueren a veces con atroces sufrimientos) sea una expiación de los pecados eventualmente cometidos por sus padres o sus abuelos, peor sería que fuera por lo de Adán y Eva.

Cuando analizamos lo que sucede en el planeta, debemos tener en mente que vivimos entre trillones de estrellas inexploradas. Los grandes desastres símicos, las erupciones volcánicas han existido siempre. Se acepta que varios enormes meteoritos han golpeado la superficie de la Tierra. Es posible que la humanidad fuera destruida totalmente. Para eso se necesitaría un asteroide por lo menos de varios kilómetros de diámetro, expresan los científicos. Se llama casualidad. ni más ni menos. Nos salva el amor, nos redime la bondad. Pienso que es lo esencial: se llama humanismo más allá de toda creencia. (O)