Entre las varias cartas que me llegan cuando tengo el privilegio de escribir esta columna, se repite la misma pregunta: y ¿usted por quién votará?

No creo que tenga que darles consejos a nadie sobre a quién debe dar su voto, porque es tan serio elegir al equipo y a la persona que considera idónea para liderar ese equipo, que esa responsabilidad cada uno debe asumirla. La suma de los votos responsables influenciará la vida de millones de personas.

Simon Sinek, en la charla TED ‘Cómo los grandes líderes inspiran la acción’, sostiene que las personas que lideran saben perfectamente por qué hacen algo y también por qué no lo hacen.

Tienen un porqué, un motivo, una causa, un propósito. Ese porqué contagia y reúne a la gente. Lo que los motiva no es tener más poder, ni más dinero, ni ser famoso.

Martin Luther King no dijo tengo un plan, dijo tengo un sueño. Y ese sueño era compartido por una multitud capaz de movilizarse e ir caminando a sus trabajos aunque estuviera cansada, y tuviera que recorrer kilómetros, pero quería libertad y ser tratada igual que la población blanca. No escatimaba tiempo y descanso para lograrlo. El sueño de Luther King era el sueño de una multitud que se sacrificaba por su sueño personal, no por el sueño de Luther King. Lo que expresaba Luther King era lo que ellos deseaban, eran sus aspiraciones más profundas. Luther King era la resonancia de sus deseos más insondables.

Así que para votar con ánimo, ganas, alegría, pasión, no basta analizar y conocer los planes de gobierno, muchos de ellos hilvanados al vaivén de promesas electorales clientelares y orientadas a hacer una ciudadanía mendiga de favores, bonos y ayudas, en lugar de ser dueña de su destino.

Hay que tratar de comparar lo que prometen con lo que son. No bastan los eslóganes y que los candidatos sean excelentes teatreros, capaces de protagonizar el rol que se han asignado y ensayado y modelan. Hay que leer sus gestos, que dicen mucho más que mil palabras, y descubrir muchas veces el desprecio y hasta el asco que ciertas realidades provocan en ellos.

Y cuando tenemos el panorama más claro, entonces la pregunta del porqué es fundamental.

¿Por qué yo votaría por ella/él?

San Agustín dijo que el pueblo es un conjunto de personas ligadas por un amor común.

Lo que constituye un pueblo no es que las personas trabajen juntas, sino que todas logren un sueño común. Por eso un estadista debe ser portador de un mensaje, de una promesa de futuro.

En un país dividido, endeudado, asqueado de la corrupción, preocupado por la falta de empleo, sorprendido por afirmaciones de que los jubilados ganan mucho, ¿cómo ponerse de pie, lograr justicia, dignidad, respeto, libertad? ¿Cómo discrepar sin ser insultado, cómo aportar y trabajar todos juntos? Porque la política no es cosa solo de políticos, es de todos: educadores, periodistas, empresarios, artesanos, obreros, campesinos, artistas, religiosos, estudiantes, académicos, médicos, arquitectos, ingenieros, vendedores informales, tenderos, ebanistas… todos y cada uno somos responsables de la sociedad en que vivimos.

Todos debemos estar orgullosos de lo que construimos, el antes y después que forjamos juntos. No lo que alguien hizo a nombre nuestro, sino lo que todos hicimos para todos.

La política es buena cuando con orgullo podemos decir, frente a las cosas positivas, eso lo hicimos nosotros.

(O)