Pocas sensaciones espirituales son tan espléndidas como la certidumbre.

Conocer la verdad, acertar en las previsiones, sentirse en el camino correcto hacia la consecución de los objetivos son situaciones que producen alegría y seguridad, que se traducen en paz espiritual.

¡Qué importante es la paz espiritual! Su ausencia afecta a las personas de una u otra forma en la psiquis o en el cuerpo.

Si esto se acepta, lo deseable es no solamente perseguir sino, especialmente, alcanzar ese estado de ánimo.

Muchas veces los recursos personales no alcanzan para arribar a esa meta y, por eso, se requiere la colaboración o ayuda de otras personas, esas que, con afecto y sinceridad, ayudan a reconocer la realidad y luego a establecer las directrices y líneas de acción por donde se debe recorrer hasta alcanzar la paz que se persigue.

Una primera conclusión sería que debemos tener muy claro que uno mismo, por más cualidades y virtudes que tenga, no es autosuficiente para resolver todos los problemas y dificultades espirituales y materiales que se presentan en el diario vivir.

De aceptarse este planteamiento, la importancia del entorno familiar, profesional, laboral y social se vuelve esencial.

¿Cómo identificar a aquellas personas y tener acceso a ellas, para que se conviertan en asesoras y consejeras técnicas sinceras y leales que nos acompañen para orientarnos e impulsarnos por esos senderos que no hemos podido descubrir y menos transitar por nosotros mismos?

Las personas no vemos e interpretamos los acontecimientos de la misma manera y eso se puede convertir en una riqueza.

¿No cree que entre los programas de enseñanza en las familias y también en las aulas escolares, colegiales y universitarias deberían enseñarnos a saber cuándo y a quién debemos requerir cuando necesitamos ayuda?

¿Acaso no la ha necesitado usted? ¿Tiene experiencia de haber ayudado o haber sido ayudado?

Le agradeceré hacer el ejercicio de preguntarse, pues recordar las ayudas proporcionadas enaltece el espíritu y lo refuerza para seguir actuando positivamente con las personas que lo requieran; y, además, el reconocer haber sido ayudado inclina hacer otro tanto, como si se tratara de una “cadena de favores”.

Estas reflexiones me permiten arribar al tema del título de este artículo y preguntarle: ¿tiene usted una incertidumbre acuciante? y, de ser afirmativa la respuesta: ¿qué va a hacer?

Porque no podemos quedarnos paralizados frente a las inquietudes: hay que superarlas… encontrarles soluciones y cuanta mejor asesoría se obtenga, el resultado será más provechoso.

Tenga usted por seguro que quien le ayude a orientarse hacia la solución de su incertidumbre estará tanto o más gozoso que usted, porque la satisfacción de ayudar a otras personas es un elíxir que no envanece, sino que refuerza el espíritu de colaboración y servicio a los demás.

Creo firmemente que ayudas de este tipo, entre los seres humanos, los dignifica y permite derribar los muros que a veces separan a las personas aislándolas, contrariando su naturaleza gregaria.

¿Está de acuerdo con lo expuesto? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)