La expresión, muy usada en inglés, ahora será muy vivida en Estados Unidos con el arribo de Trump al poder. En español podría traducirse como raro, anormal, grotesco, surrealista, aberrante o desvarío... se usa mucho a la salida de un cine luego de ver una película de estas características, solo que ahora el personaje es real y tiene el control de la nación más poderosa del mundo. Desde el 20 de enero las cosas serán diferentes y debemos estar preparados para administrarlas. La influencia de EE. UU. es enorme en el mundo para bien y para mal, y todo lo que hagan desde la Presidencia impacta severamente en varias áreas del planeta.

Una vez le preguntaron al primer ministro canadiense cómo era convivir a lo largo de una frontera tan extensa con EE. UU., y el jefe de Estado de una de las naciones más desarrolladas del mundo contestó: “Es como dormir con un elefante todas las noches”. Un simple movimiento puede ocasionar varias costillas rotas y alguna muestra de afecto, igual. Lo que vamos a ver es una agenda muy enfocada hacia adentro. La versión internacionalista de EE. UU. que surgió después de la segunda guerra mundial y que se consolidó ideológicamente durante la guerra fría dará paso al desarrollo de una agenda dominada por intereses económicos locales y desprovisto de toda connotación global. Lo serán... pero desde sus intereses locales. El amedrentamiento a las empresas de automóviles para fabricarlos en su país y no en otro que fuera parte del Nafta es una simple prueba de cómo operará en ambos territorios: lo local vs. lo global, lo nacional vs. lo internacional. La anunciada salida del acuerdo comercial más potente del mundo en la llamada Alianza del Pacífico tendrá efectos notables en su relación con China, Japón y Corea, pero también con varios países bañados en sus costas por este océano que le da nombre al proyecto.

Desde el 20 de enero las cosas serán diferentes y debemos estar preparados para administrarlas. La influencia de EE. UU. es enorme en el mundo para bien y para mal, y todo lo que hagan desde la Presidencia impacta severamente en varias áreas del planeta.

El mundo “andará por su cabeza” (expresión popular que define aquello sin tutela ni control alguno) y eso podría tener efectos positivos y negativos. Por un lado forzará al desarrollo de políticas nacionales surgidas no como contestación a un poder hegemónico global, sino como consecuencia forzada de un cambio profundo de agenda en EE. UU. Democracias frágiles y en gestación que dentro de un contexto global operaban en función de un manual de conducta podrían verse seriamente afectadas y la inestabilidad que dominó muchos años la región latinoamericana puede estar de nuevo expuesta a golpes de Estado y el resurgimiento con los militares de una agenda nacional y… uniformada. Lo que en los proyectos de integración era condición sine qua non –el de ser democrático en forma y fondo– será parte del olvido y es posible que regresemos al mundo que conocimos antes de la década de los noventa del siglo pasado.

La imagen de un país donde el conocimiento constituye las dos terceras partes de su riqueza, con Silicon Valley como referencia, entrará en una seria disputa contra los desempleados trabajadores de los poluyentes y obsoletas minas de carbón. El modernismo vs. el posmodernismo en versión 2.0. Algunos dirán que un presidente de EE. UU. no tiene tanto poder como podría parecerlo, pero déjenme decirles que puede hacer tanto daño si se lo propusiera. Recuerden siempre que, a pesar de los controles, es un elefante.

Trump es weird en realidad. No hay palabra que lo defina mejor. Quizás un signo de los tiempos que nos toca vivir y un gran desafío de adaptación para muchos en el mundo. (O)