La muerte de Bauman congela por unos minutos este mundo líquido que él describió.

Un mundo donde nada se mantiene inmóvil ni conserva mucho tiempo su forma, donde casi todo cambia constantemente: moda, objetos de atención, temores, sueños y deseos.

Se silenció una de las voces de alerta sobre los cambios de nuestra sociedad, que supo escabullirse de las redes sociales y la tecnofascinación para repensar este cambio de paradigma que estamos viviendo.

Zygmunt Bauman, sociólogo de origen polaco, lúcido hasta sus 91 años, manifestó una postura crítica sobre el impacto de la globalización y la modernidad líquida, describiendo una sociedad de la incertidumbre marcada por un individualismo despiadado y un consumismo que no consiste en la acumulación de cosas, sino en el disfrute instantáneo “de usar y tirar”, donde no hay vínculos permanentes, donde los acuerdos son temporales, pasajeros.

Una sociedad donde para los jóvenes, el mundo virtual ofrece como principal atractivo la ausencia de las contradicciones y los malentendidos que caracterizan a la vida offline.

Criticó el activismo de sofá, donde a punta de “likes” se quiere mejorar el mundo.

A partir del libro Modernidad líquida, editado en 2000, Bauman deja explícita en sus distintas publicaciones su mirada sobre el impacto de las nuevas tecnologías en los hábitos, consumos y relaciones de las nuevas generaciones.

Uno de los grandes aportes de este sociólogo asentado en Inglaterra fue el de poner en palabras eso que se veía que sucedía alrededor y no se sabía bien cómo explicar, logró dar forma a una serie de situaciones para analizarlas y discutir sobre ellas.

De cierta manera, creo que permitió a los que estamos más de este lado de la brecha digital sentir que podíamos tener algo de control sobre estos nuevos fenómenos que contradicen en muchas maneras la forma en que crecimos y nos educamos, y los paradigmas que teníamos sobre cómo se debe ser en lo social, en la convivencia, en el empleo, frente al futuro y la vida.

Esas cabezas sumergidas en pantallas que no vemos, aparentemente siempre ausentes, nos desconciertan, a veces nos enojan, y pueden sembrar un enorme rechazo a todo lo que los rodea.

Lo cierto es que en momentos podemos sentirnos a la deriva en este océano líquido, sin saber hacia dónde flotar, todo está sucediendo muy rápido, sin tiempo para tomar el tiempo y distancia necesarios para reflexionar.

El pesimismo con que Bauman trata estos temas, poniendo casi siempre como referencia de comparación una mirada cultural análoga, nos ha dado argumentos para juzgar, criticar y negar eso que no comprendemos.

Pero no hay que ser tan apocalípticos en estos temas, siendo yo un seguidor de los trabajos de Bauman, me entusiasma también observar la mirada de otros estudiosos, más propositivos, que ven a la tecnología y sus derivados como enormes posibilidades.

Creo que somos muy afortunados de estar viviendo en este momento histórico de cambio, y en lugar de negarlo, podemos disfrutarlo, conciliarlo y tratar de entender, aceptar e integrar lo que sucede en el otro lado de la brecha.

Un adiós y agradecimiento para Bauman desde esta líquida incertidumbre. (O)