Solo el 55% de los jóvenes que se matricularon termina el bachillerato, dice una cifra del Contrato Social por la Educación, recogida por este Diario para su Informe del domingo 8 de enero. La pregunta es ¿por qué?, y hay más de una respuesta. La más común es que debieron abandonar el colegio para dedicarse a trabajar y aportar al presupuesto familiar, no es extraño encontrarlos deambulando por las calles vendiendo cualquier cosa, a la espera de conseguir un trabajo fijo, que no pueden alcanzar porque no hay mucha oferta de trabajo y porque la que hay requiere personal que por lo menos haya terminado el bachillerato. En este caso, como en otros de un nivel distinto, la causa es extraescolar.

La matrícula, sobre todo, en el nivel básico ha aumentado, es un logro, sin embargo, no todos pueden alcanzar niveles aceptables de rendimiento escolar y, otra vez, las razones son varias. Detengámonos en una que es básica. No es cierto que al aumentar la matrícula se ofrece igualdad de oportunidades a todos. Los maestros de preescolar saben muy bien que hay una gran diferencia entre el niño bien nutrido y el que no lo está, pues el desarrollo cerebral en los primeros años requiere de una alimentación adecuada. Saben también que los niños que viven en un ambiente estimulante están mejor preparados para el aprendizaje, y el rendimiento escolar así lo confirma. La causa es también extraescolar.

Son dos ejemplos que nos sirven para sostener que el tema educativo no es solo cuestión del ministerio del ramo. La educación es el desarrollo permanente de todas las posibilidades del ser humano, es decir, de su inteligencia, su capacidad de ser libre, su afectividad, su creatividad, su sociabilidad, su ser biológico. Y todo esto se da en la interacción del individuo con el medio.

Si miramos el medio en que crece la mayoría de nuestros niños y nuestros jóvenes, tenemos que aceptar que no están en las mejores condiciones para su desarrollo integral, que requiere alimentación, vivienda, ambiente adecuado; y eso involucra a otras instituciones que deben trabajar para aportar esa respuesta.

Sin embargo, aunque no todo lo puede resolver la educación escolarizada, sí puede hacer mucho y hay logros que así lo indican, y en un alto porcentaje eso significa excelentes maestros, que no quiere decir solamente que conocen las últimas propuestas de pedagogos, sociólogos y psicólogos, aplicables a la educación, sino, fundamentalmente, que conocen cómo aplicarlos a sus alumnos, tal como son, con sus características individuales y sus limitaciones socioeconómicas y culturales. Hoy, como nunca antes, el maestro más que un transmisor de conocimientos, que los niños y los jóvenes pueden adquirir de otras fuentes, es un formador que trabaja para que ellos asimilen la cultura, la conviertan críticamente en suya, la multipliquen y la transformen, para que desarrollen la capacidad de aprender a aprender permanentemente porque el mundo de hoy así lo requiere.

Los problemas educativos son muy complejos, tanto como los seres humanos y la sociedad lo son, y merecen una atención interdisciplinaria y la prioridad que le permitirá al país tener ciudadanos y no solo habitantes. (O)