“Como él se cree un genio, piensa que todos los demás somos mudos” (Aníbal C., taxista quiteño).

El “pacto ético” del presidente Correa actualiza la hipótesis del doble vínculo que Gregory Bateson y colaboradores propusieron hace sesenta años sobre la génesis de la esquizofrenia. Esta teoría planteaba que la psicosis esquizofrénica emergía en ciertas familias con una distorsión lógica de la comunicación, que colocaba al futuro esquizofrénico en una situación paradójica. El doble vínculo consistía en la emisión de tres mensajes simultáneos: un primer mensaje (verbal) le demandaba algo al sujeto; un segundo mensaje (no verbal) le inducía a hacer lo contrario o algo diferente, y un tercer mensaje le conminaba a obedecer uno de los dos anteriores y le prohibía comentar lo paradójico de su situación. Haga lo que haga, el sujeto perdía, y su “salida” era la psicosis.

En la presente consulta, supuestamente ética, un primer mensaje le sugiere al ciudadano aprobar una pregunta que impediría a quienes tienen dinero en paraísos fiscales ocupar cargos públicos: sin duda la mayoría de los ecuatorianos votaríamos “sí”. Pero un segundo mensaje le indica que la pregunta disfraza otro propósito: la descalificación cívica de un candidato opositor y la concesión de un asentimiento a este gobierno y a su candidato. Un tercer mensaje obliga al ciudadano a optar por uno de los dos anteriores, porque el voto es obligatorio y porque su voto nulo o en blanco no será tomado en cuenta. Entonces, muchos ciudadanos se encontrarán en una situación de “doble vínculo” o de “trampa-22”, como también se la llama: votarían “sí” a la pregunta, pero no quieren regalarle a este gobierno una decisión que este tomará como una aprobación de su administración y además favorecerá al candidato oficial, y de la cual presumirá cada sábado hasta mayo próximo.

Muchos ciudadanos estarán –en febrero– ante la eventual alternativa de contradecirse a sí mismos (voten como voten), concediéndole una perversa satisfacción a un gobierno mistificador, cobarde e irresponsable, que apela a la “ética” para conseguir sus propósitos escondiéndolos detrás de una supuesta voluntad popular. En este país, las llamadas “consultas populares” no tienen mucho que ver con las genuinas necesidades y demandas de la gente, sino con las ocultas y no tan ocultas conveniencias políticas de los gobiernos. Las consultas sirven para distraer la atención y para obtener supuestas validaciones preguntando tonterías o cosas importantes pero inoportunas. Aunque ello no nos “cause” esquizofrenia, tampoco somos “mudos” ni nos quedaremos callados. Exijamos que se publiquen y se tomen en cuenta los votos nulos para invalidar las propuestas tramposas y los pactos perversos. (O)