La amabilidad parece algo que no vale nada. La campaña de la “sonrisa” terminó en nada y no hay ejemplo desde arriba. Las cosas no van bien y la falta de una sonrisa amable es la muestra palpable.

En oficinas administrativas sucede lo mismo, rostros mustios y enojadas expresiones maltratan a usuarios y clientes. Al menos en ciertas empresas se trata de corregir aquello, ¿pero en las instituciones públicas? No hay dónde quejarse por la falta de amabilidad. Al contrario, se la justifica. Ante la queja por la falta de amabilidad, el silencio, no hay dónde acudir. Una tristeza es que la amabilidad sea algo despreciado hoy en día; la amabilidad del trato, de la atención, no existe ni una ni otra, porque además de rostros duros, muchas veces se añaden peticiones desatendidas, sin respuesta o les dan negativas sin mayor justificación. (O)

Roberto Francisco Castro Vizueta,
Abogado, Guayaquil