El desvío de la juventud se debe a la poca atención de los padres a sus hijos en su formación, tal vez sin espiritualidad.

La calidad de nuestras relaciones es el examen a la calidad de nuestra vida, lo que nos esforzamos por amar al prójimo es lo que nos merecemos.

Compartir con los demás es la mejor forma de vivir. Si nos abandonan es porque no nos aprecian y es mejor que esto ocurra a vivir sirviendo a alguien que no nos quiere.

Cuando en la familia Dios está en el centro, no existe problema que no se pueda solucionar. Debemos ganarnos la confianza de los demás, no podemos exigir confianza.

Nos confundimos pensando que conseguir una visa a algún país nos hará libres, eso no es liberación, cuando descartamos los deseos materiales y nos acercamos a Dios comienza la liberación. Ante nuestro Creador no existe diferencia de edad, todos tenemos la misma posibilidad de aprender a amarlo.

Debemos ser muy respetuosos y atentos, las relaciones deben de ser de mucha comprensión y aprecio.

Evitemos tanta confrontación, odio, envidia y venganza siendo solo seres humanos hechos a semejanza de nuestro Creador.

Un factor muy importante es hacer honor a los apellidos que nuestros padres nos dieron y la mejor forma es pasarlo a las nuevas generaciones tal cual como los recibimos, intactos y sin manchas, el resultado es tener seres humanos de bien para la familia y el país.

No pienso ser dueño de la verdad, pero considero que si ponemos en práctica estos pensamientos, la vida será diferente. Al leer sobre este tema podemos reflexionar y aprender en cuerpo ajeno, conceptos que pueden servir de referentes para equivocarnos lo menos posible. ¡Feliz año! (O)

Colón Quiroz F., Guayaquil