Desde la última entrega sobre este tema, realizada el 9 de noviembre de 2016, he tenido acceso a las siguientes obras:

La figurina como reflejo de un modo de vida Valdivia: cronología y uso social de la figurina a través de un método comparativo entre colecciones, escrito por Mariella García Caputi. Una investigación desde el museo, que abre una nueva vía de exploración.

Don Vicente Rocafuerte, alcalde ordinario de Santiago de Guayaquil 1810, de Alberto P. Cordero Aroca, que revela las acertadas primeras incursiones políticas de quien llegara a ser importante gestor de nuestra independencia y, más tarde, presidente de la República.

Olmedo, Guayaquil y su aurora gloriosa, publicado por Jorge Pino Vernaza, quien insiste, con muy buena argumentación, en que aquel debió ser el primer presidente constitucional de la república del Ecuador.

De Alberto Lucero Avilés he conocido tres obras: La batalla que ratificó la independencia de Guayaquil; Historia de la fiesta de Cristo Rey, una tradición religiosa que nació en Guayaquil hace 90 años; y, Síntesis histórica del Seminario Mayor Francisco Xavier de Garaicoa.

Antes de que me olvide, es el primer libro que ha publicado Alicia Legarda Bruckman, obra autobiográfica, amena, que tiene la virtud de poner de manifiesto los ambientes sociales y las costumbres familiares de los guayaquileños, especialmente en la segunda mitad del siglo XX, y así ayudar a perennizar esa información.

Memorias, Tomo I, 1961-1988. Entre el populismo y la dictadura, de Alfonso Espinosa de los Monteros, que contiene nutrida información, expresiones de vivencias cívicas del autor y juicios de valor escritos con serenidad y altura.

La lengua salvada, de Ricardo Ortiz San Martín, con un prólogo de Cecilia Ansaldo, titulado Idioma saludable, muy decidor. La obra contiene varias colecciones: curiosidades lexicográficas, dichos, refranes, frases, latinismos y otros, guayaquileñismos más populares y una tabula gratulatoria.

De mi parte, considero este último libro como un regalo particularmente para los envejecientes, contemporáneos del autor, que podemos encontrar allí una ayuda para nuestra memoria que, activada o reactivada, nos permite remitirnos a esas ocasiones y situaciones de camaradería y jolgorio en que utilizábamos tantas de aquellas expresiones, ahora inmortalizadas en la obra de Ricardo.

El Hno. Alberto Degan, misionero comboniano, ha publicado Vino a anunciar la paz. La noviolencia evangélica, con motivo de la celebración de los primeros cincuenta años de la presencia comboniana en Ecuador, procurando hacer vida el carisma de su comunidad: la lucha por la defensa de los derechos humanos y, en particular, por la “no-violencia” evangélica, que quiere decir aplicar la ley del amor, que incluye también el amor a los enemigos, a todas las esferas de la vida humana, sin excepciones, como destaca en la presentación de la obra el P. Enea Mauri, superior provincial de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús.

¿Cuántas otras historias, biografías, anécdotas de importancia religiosa, política, cívica, deportiva, social y familiar se dejarán de conocer porque no se dejan constancias escritas de ellas?

¿Qué historias fomentaría usted para que se documenten? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)