Mi amigo vive lejos y siempre me comparte links de informaciones auspiciosas que le llegan sobre Ecuador. Pide mi opinión; ¡ummm…! le respondo. “Por tu ummm… supongo que no estás de acuerdo con lo que dicen; son cifras oficiales, ñaño; no pueden maquillarse. Este organismo internacional dice que somos los mejores en esto, estamos segundo en aquello; este habla de democracia, transparencia…”, insiste mandándome más links, contestados con los ¡ummm…! respectivos.

Si bien las cifras constituyen ciertas pautas, no sé por qué razón de un tiempo a esta parte, confío más en esa temperatura psicosocial callejera, aquellos rostros en los buses, metros, parques, mercados, que sin hablar dicen mucho; en las humildes madres experimentadas en parar ollas, haciendo magia con el dinero y sabiendo perfectamente cuándo este ya no alcanza. Él insiste que lea los links para sacarme de mi disfuncionalidad ideológico-política; de esa ceguera que no me permite ver bien, porque el “enemigo” puso algo en mis ojos, y quizá también en mi cabeza, y como que es, de tratamiento contra esa patológica desconfianza, me manda dos links antes del desayuno, dos después del almuerzo y cuatro en la merienda, más siete discursos donde se escucha clarito que estamos bien. Lo dice con tanta seguridad, como si él estuviera acá y yo allá; nuevamente respondo ¡Ummm…! Afirma que dejamos atrás ese pasado tormentoso, sin percatarse de que podría tocarnos cualquier momento la puerta, con desempleados tratando de buscar otros rumbos –donde también hay conflictos económico-sociales, migratorios–, separando más familias, con nuevos hijos abandonados quedando al acecho de las drogas.

Ummm es un sonido emitido con la u apenas perceptible, para mostrar duda, disgusto o suspicacia (http://www.proz.com); ese mismo ummm… del cincuenta por ciento de electores indecisos, cautos a promesas salvadoras transversales; candidatos a asambleístas faranduleros, circenses y de otras hierbas; a ofrecimientos de trabajos lloviendo del cielo; facilísimos préstamos bancarios; al desarrollo mágico de una agricultura abandonada durante décadas; al restablecimiento de la economía haciendo girar al Ecuador en sentido contrario, con el pueblo usado como conejillo de Indias, preguntándose a qué puerto arribaremos. Aquel cincuenta por ciento resuena ¡ummm…!, por las “maravillas” exhibidas del presente y las que se prometen para el futuro; por esa anacrónica comparación con un pasado doloroso, tratando de infundir miedo; cuando lo correcto sería compararlo con el Ecuador al que aspiramos, el de un gran pacto político-social rousseauniano para lograr una institucionalidad sólida, libre de enfrentamientos fratricidas por las tierras y recursos; donde los asambleístas fiscalicen y legislen cabalmente, debatiendo, proponiendo nuevas leyes, fustigando al inoperante, aunque sea del bando propio; donde la justicia aplique el “caiga quien caiga”; donde no haya miedo a decir las verdades y los poderes del Estado actúen democráticamente, con alto compromiso ético-moral en beneficio del país, para que los ¡ummm…! desaparezcan y el pueblo recupere la confianza.

Preveo un espectáculo electoral con promesas de combate a la corrupción, acusaciones cruzadas por doquier, ofertas demagógicas por todos lados; miro al cielo, pregunto si mejorarán las cosas el 2017; si confío en los links de mi amigo; si veremos a los políticos desprenderse de esos sectarismos partidistas dañinos, para permitir edificar una verdadera institucionalidad que conduzca al Ecuador por aguas calmas y prósperas; ¡ummm…! retumba en mis oídos. (O)