En algunos lugares de nuestra ciudad se exhiben los muñecos que llamamos años viejos. Los hay de todos los tamaños y representan a los más diversos personajes. Todos serán quemados esta noche, lo curioso es que la mayoría representa algo o a alguien que es admirado o querido por las personas y es difícil de entender, por ejemplo, por qué se quema a Barcelona, el equipo amado, o a los superhéroes cuyas hazañas salvan al mundo. Esto es solo una muestra de cuánto hemos cambiado.

Quemar el muñeco que representaba el viejo año que se va o algo o a alguien desagradable, que nos hizo daño colectivo, era la tradición guayaquileña, una manera de rechazar eso, símbolo de lo que queríamos librarnos. Hacerlo era un reto familiar, había que darle forma, vestirlo, lograr que representara lo que queríamos quemar. En casas e instituciones se agudizaba el ingenio y a veces se representaban escenas de hechos reprochables.

Hoy, aunque incomprensiblemente hemos cambiado y quemamos los símbolos de lo que nos agrada, no está de más que pensemos en lo que realmente quisiéramos cambiar y en qué podemos hacer para lograrlo como individuos y como comunidad y ojalá lo pongamos en práctica.

Feliz año 2017.(O)