Hacia el final de este año es menester volver sobre las razones que nos mueven hacia algo. La libertad, la justicia, la de democracia, el desarrollo, el ser humano... son cuestiones centrales que han ocupado nues tro tiempo y espacio a lo largo del 2016 y las hemos percibido a veces distantes y lejanas y, en otras, optimistas y cercanas. Pero nunca sin haber intentado ponerlas en valor.

Muchos de los que evitan el acercamiento al objeto y buscan justificar las cosas desde el porqué donde cabe todo, desde la historia siempre recurrida y ajustada a las justificaciones del presente hasta los enemigos propios y ajenos, ciertos o inventados. No se quiere valorar el objeto de la política y se la cambia por la lógica del poder concentrado, creyendo que siempre hay una razón que justificará los peores asaltos a los valores humanos.

Hemos visto el hundimiento del Brasil sumido en la más grande corrupción jamás ventilada en el mundo, con unas multas que superan en mucho el presupuesto de la educación de países enteros. Pero también por ese hecho han vuelto a emerger la justicia y el valor de los magistrados dispuestos a limpiar esa cloaca a cielo abierto en que han convertido instituciones muy queridas de los ciudadanos, como los poderes Ejecutivo y Legislativo. El objeto es limpiar lo sucio sin importar los costos. Cirugía mayor necesaria ante un cuerpo social que padece metástasis. Muchos se preguntan con cierto dejo de cinismo cómo es que no han podido aún acabar físicamente con el juez Moro y otros valientes enfrentados a la mayor mafia de ese país,: su clase política. Es un signo alentador en medio de un espectáculo decadente de ejercicio de la política. Es ella justamente y no sus emboscadas la que necesita retornar al escenario de la vida pública para no confundirse en las alcantarillas del poder con lo más sucio y fétido de la vida social.

Hay claramente una justicia transnacional que opera en el fondo y que sirve de protección a la valiente y decidida gestión de unos pocos magistrados locales. Es también un hecho optimista porque se percibe lo global no como una amenaza, sino como un aliado en la lucha contra crímenes que operan en ese espacio y dimensión. Cuando hay voces claramente chauvinistas, nacionalistas y desenganchadas de lo global que emergen en la escena mundial como los casos de Trump o la reacción de los ingleses en el brexit, es interesante observar cómo el objeto de la política –el bien común– y el de la democracia –la construcción de un Estado de derecho– comienzan a brotar en espacios que anteriormente solo representaban amenazas reales o inventadas de varios gobiernos.

Ha sido un tiempo en enfocarnos más en el qué y menos en el porqué. Se ha perdido el foco en esa práctica sutilmente manipuladora de hacer lo opuesto a la justicia y al derecho solo porque se estaba en lucha contra un enemigo mayor, por lo tanto la justicia y la democracia real eran una debilidad que no podía admitirse.

Ojalá el año que se inicia muy pronto nos reconcilie con volver a reinventar el valor de lo colectivo y el triunfo solidario que nos guíe hacia una sociedad más justa y libre para todos.

(O)