Ni en Navidad hemos tenido tregua. El Quijote en su lucha contra los molinos de viento no descansa feriados. Y falto de cordura arremete contra todo lo que se oponga a su afán justiciero.

Y como nunca pierde, se toma la revancha con la Ley de Plusvalía que le infligió su mayor derrota política el año pasado. Ahora de salida se saca la pica que hería su lacerado orgullo.

Apela al renovado sofisma de que hay que combatir la especulación y las “ganancias ilegítimas” de la compra-venta inmobiliaria que se beneficia de la obra pública. Y para darle un carácter de desprendimiento y generosidad destina el rendimiento a los municipios, para compensarlos por los duros recortes presupuestarios.

Tal parece, una veintena de reformas tributarias en 10 años no han sido suficientes para acabar los pretextos de un régimen que ha sido insaciable en consumir recursos económicos de ciudadanos y empresas; y por lo visto el apetito sigue voraz.

Una tasa del 75% como la que se pretende imponer no es sólo confiscatoria sino además impúdica. ¿No se paga ya suficientes impuestos para financiar la obra infraestructura como para insistir en otra exacción?

Es nuevo asalto al bolsillo del ciudadano para aumentar el gasto público que ha sido dispendioso y a la vez exento de una adecuada rendición de cuentas.

Como siempre se le dará el giro que es un tributo para los ricos; pero, ¿no es acaso la inversión inmobiliaria la principal forma de ahorro de los ecuatorianos, que buscan por ese medio beneficiarse de una legítima plusvalía para garantizar el bienestar de su familia? ¡Que “ilegitimidad” puede haber en un deseo tan humano de seguridad y prosperidad!

Con la crisis económica que golpea al Ecuador, bien haría el mandatario en priorizar verdaderas urgencias, que sirvan efectivamente para aliviar y no para complicar aún más la grave situación.

El problema del socialismo utópico es que no entiende el funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda porque su lógica se reduce al monopolio del Estado; de modo que la compleja dinámica de los mercados es un galimatías.

La pregunta central del debate es: ¿va a contribuir la Ley de Plusvalía a generar más inversión y nuevas plazas de trabajo que tanto se necesitan? La respuesta huelga. Constructores y promotores inmobiliarios han advertido que la sola presentación del proyecto ha tenido el efecto de paralizar su actividad, que de modo propio ha decrecido más de 10% en su tasa interanual.

Ante la perplejidad, muchos se cuestionan si el presidente se ha impuesto parafrasear al Conde de Mirabeau con su famoso “después de mí el diluvio”, empeñándose, al término de su mandato, en ejecutar acciones cada vez más radicales, sin importar las consecuencias.

Más allá de la especulación, el país no está para continuar ensayando con un modelo de capitalismo estatal fracasado. Tres años sucesivos de contracción económica (2015-2017) debería hacer comprender que es momento de un golpe de timón, y no de mantener el mismo rumbo.

Lo aconsejable sería que retire o archive el proyecto. Pero como en las tragedias griegas el Gobierno tendrá sus corifeos en la Asamblea que sumisamente votarán por un nuevo salto al vacío. (O)