Mientras se acerca el final del 2016 vale la pena recapitular lo sucedido durante el año para identificar errores, para evitar cometerlos de nuevo; y, aciertos, para emularlos y celebrarlos.

El 2016 comenzó cargado de promesas. La victoria electoral de diciembre del 2015 renovó las esperanzas de cambio de la mayoría de los venezolanos. Enero presentó una imagen que parecía sacada de una película de Hollywood: la débil oposición retorna triunfante a controlar totalmente el parlamento. En el discurso de toma de posesión e instalación de la Asamblea Nacional, el presidente del parlamento, Henry Ramos Allup, prometió cambiar en un lapso de seis meses al gobierno, a través de un mecanismo democrático y constitucional. Pero el 5 de junio (seis meses después) la oposición se encontraba enredada en su propia telaraña.

Los primeros meses del año, hasta abril, se perdieron entre la indecisión y la imposibilidad de ponerse de acuerdo dentro de la “alianza” opositora. El tiempo, implacable y consecuente, tomó la decisión por ella. El camino “seleccionado” para cambiar el gobierno fue el Referendo Revocatorio (RR). Pronto transformado, por el Consejo Nacional Electoral, en una carrera de obstáculos, que la oposición, más por voluntad ciudadana que por organización política, superó uno a uno con solvencia. El RR se convirtió en una fuerza de unión nacional que aglutinó desde los opositores radicales hasta los chavistas descontentos en único objetivo.

Según las últimas mediciones, cerca de un 80% de la población estaba (y continúa) dispuesta a votar por la destitución del presidente. Por eso 5 jueces regionales (subordinados al gobierno) decidieron impedir mediante un recurso la recolección de firmas del 20%, último requisito para activar el RR.

A partir de allí, la oposición venezolana optó por salir a la calle a protestar. Y logró convocar a millones de venezolanos descontentos, desesperados e indignados.

Después de 10 meses de esperanzas puestas en una salida electoral, en octubre, los venezolanos salieron a la calle dispuestos a jugarse todo, en una mítica marcha hasta Miraflores, la casa de gobierno.

Pero tras una apresurada visita al papa Francisco en Roma, junto a la presión internacional, el gobierno logró que la oposición abandonara la calle y se sentara en la mesa de diálogo facilitada por los expresidentes Zapatero (España), Samper (Colombia), Fernández (República Dominicana), Torrijos (Panamá) y monseñor Claudio María Celli (Vaticano).

La montaña rusa emocional venezolana caería por un precipicio.

Hoy nadie cree en que el diálogo pueda traer ningún cambio sustancial al país. Tras la convocatoria para una nueva reunión del diálogo el próximo 13 de enero, el gobierno logró su primer objetivo: mantener a Maduro en la presidencia hasta el 11 de enero de 2017, lo que le garantiza al chavismo (salvo eventos no previstos en la Constitución) mantener el poder hasta enero del 2019.

Si en política la palabra clave es desesperanza, en economía es desesperación. Con una caída esperada (y sentida) del 10% del PIB al cierre del año junto a la inflación más alta de la historia del país (superior al 700%), escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene que en algunos casos alcanzan el 100%.

Si en política la palabra clave es desesperanza, en economía es desesperación. Con una caída esperada del 10% del PIB al cierre del año junto a la inflación más alta de la historia del país (superior al 700%), escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene que en algunos casos alcanzan el 100%.

El año 2016 fue otro año perdido, en el que el gobierno optó por mantener el mismo modelo económico cuyo principal logro es el cierre de cientos de miles de empresas venezolanas.

En materia social también quedan registros para la historia: la pobreza continúa avanzando. La clase media sencillamente desapareció del país. Se fue o se incorporó a la categoría de pobres.

Según Latinobarómetro 2016, el 71% de los venezolanos afirmaron no tener suficiente comida para alimentarse. La cifra en 2015 era de 29%.

Otra encuesta afirma que 8% está comiendo de la basura.

Pero aun así el 2016 se presenta como un paraíso frente a las expectativas para el 2017. Según el Fondo Monetario Internacional, las proyecciones de inflación para ese año superan el 2.000%, mientras el PIB seguiría cayendo -4,5%, por lo que el tiempo para el cambio pareciese que ya pasó, siendo ahora el tiempo de los milagros.

Quizás el único logro ha sido el reconocimiento internacional de la crisis. Hoy los antiguos aliados del gobierno no están dispuestos a apoyarlo hasta tanto no reconozca el derecho de los venezolanos a votar.

Ojalá estas Navidades nos traigan mucha fortaleza para soportar el 2017. El año en que los venezolanos serán puestos a prueba. (O)