No por ser yo columnista deben estar de acuerdo conmigo quienes me leen. El 90% de quienes me escribieron me reprocha el no haber “celebrado” la muerte de Fidel Castro, calificado por Donald Trump y muchos lectores como el “dictador tirano y sanguinario”. Dejé muy en claro que no consideraba como un éxito de la revolución castrista (57 años) la situación actual de la isla con salarios que no llegan a $ 27 mensuales, lo difícil que resulta para los cubanos conseguir la comida diaria con una tarjeta de racionamiento hiperlimitada. Sé de la falta de libertad para opinar o para viajar, sé de los presos políticos (entrevisté a Armando Valladares, preso durante veinte años).

Por eso, dar a mis lectores, por absoluta ética, la oportunidad de comunicarse, me lleva a citar unos de los setenta mails recibidos: “Al leer ‘¿Celebrar la muerte de Fidel?’, de su autoría, asumo que de su familia no hubo ninguno miembro fusilado o confinado a las innúmeras mazmorras cubanas, por eso se vanagloria de su visita a Cuba, haberlo fotografiado, casi abrazado al déspota y sanguinario de la isla cubana. Piense siquiera por un momento en los cubanos que viven en Miami, ¿no cree que tienen motivos suficientes para ‘celebrar’  explícitamente la desaparición irreversible del tirano?”  (Carlos A. Vivero Loza). “Todo ser humano merece respeto, pero escribir una nota sobre ese ser que sacrificó tantas vidas humanas es también un irrespeto a todos esos seres que murieron a la merced de Fidel” (Wilson Narea).

“Ud. pondera más lo armonioso, deja lo profundo con una distorsión de la realidad... lo actuado por Fidel no se merece ningún acto de respeto, como tampoco lo merecieron Hitler, Stalin, Lenin, Khadafi, S. Husein, Che Guevara, entre otros. Tengo amigos que se jactan de mostrar una foto de ellos junto con Castro, ¡me dan pena!” (Luis Fernando Rodríguez). “Concuerdo con usted en que no sé si valga la pena celebrar, pero sin duda es un gran alivio saber que se fue de este mundo una persona que tanto daño y miseria causó” ( Xavier Durán). “Vivo en Miami, a diario escucho historias personales de cubanos exiliados. Todas son trágicas, hasta sanguinarias: cárcel, fusilamientos, desapariciones. ¿No es lógico que estas personas festejen la muerte de este sátrapa?” (Dr. Manuel E. Salgado). “No soy capitalista, exiliado cubano ni político, simplemente un ser humano que considera que nadie tiene autoridad para forzar a un pueblo a seguir la ruta equivocada por el capricho del ‘líder’” (Coach-Pablo).

“No, Bernard, qué decepción viniendo de Ud., de su Francia que fue ocupada por los nazis, que haga semejante apología de este tirano que, guardando las distancias, fue igual o peor. Con respeto y aprecio de años” (Leonardo Cárdenas, Manta). Supongo que los eventuales lectores cristianos (no lo soy) pueden, por coherencia con su fe, emitir un juicio sin por eso odiar o celebrar una muerte. Por falta de espacio no cito el muy conmovedor testimonio de Alfredo Álvarez, cubano residente en Guayaquil. Respeto infinitamente toda opinión.

(O)