El papa Francisco escribió la exhortación Alegría en el amor, recogiendo sugerencias del Sínodo de la Familia. Dejó la interrogante ¿Un(a) divorciado(a) vuelto a casar, que vive con el nuevo cónyuge, puede recibir la comunión?

Cuatro cardenales han escandalizado al pedirle que disipe dudas, aclarando puntos de la exhortación. El papa demora su respuesta para que no sea punto final y, especialmente teólogos y obispos, continúen la reflexión.

El papa compromete su infalibilidad solo en los pocos dogmas. En su magisterio ordinario, teniendo también la asistencia del Espíritu de Cristo, su palabra es casi un punto final.

Su silencio es un medio para superar la idea de que la Iglesia son solo los “curas”.

Para Jesús todos los bautizados somos miembros de la Iglesia con diversas responsabilidades, por participar de su vida, como una rama participa de la savia del tronco (Juan 15). Critiquen, “hagan lío”, dice Francisco, al tiempo que se implican en la vida de la Iglesia.

El papa sugiere temas concretos de reflexión, en la nunca acabada asimilación de la Palabra de Dios.

-Descubrir nuevos caminos a los divorciados, en la línea de la fidelidad a Cristo. Esta fidelidad implica la indisolubilidad del matrimonio, pues es imagen de la fidelidad de Cristo con la comunidad cristiana; ¿comulgar el cuerpo de Cristo se opone a la fidelidad conyugal?

-La Iglesia es la casa paterna, en la que hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

-El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre.

-La misericordia es la viga maestra, que sostiene la vida de la Iglesia.

-El espíritu fundamental de toda ley evangélica es la misericordia; que abre a la conversión.

-Evitar juicios, que no tomen en cuenta la complejidad de las situaciones.

-Discernir en el camino cuáles son las diversas formas de exclusión, que pueden ser superadas. Por creer que todo es blanco o negro, cerramos el proceso de clarificación y crecimiento.

-No existen recetas.

-Nadie puede ser condenado para siempre.

El escándalo de algunos, porque cuatro cardenales han reclamado una respuesta clarificadora del papa, es signo de olvido de que la Iglesia es comunidad de comunidades de bautizados con sus pastores, unidos y guiados por el papa, pastor universal en nombre de Cristo.

Todo bautizado, si actúa según su identidad en la Iglesia, de acuerdo con su tarea específica (especialmente teólogos y sacerdotes ministros), tiene una doble responsabilidad:

1ª. Dar con libertad, sin cálculos terrenos, un aporte para mirar con creciente hondura el plan salvador de Cristo.

2ª. Una vez dado ese aporte, aceptar la decisión, a la que llegue el papa, asistido especialmente por el Espíritu de Cristo, los otros obispos y guías de la comunidad. Callar, o expresar solo lo que agradaría al papa no es fidelidad a él y a Jesucristo. A veces es cálculo y acomodo.

Los miembros de consejos eclesiales, para ser fieles, deben aceptar el dolor de pensar, deben cuidar su libertad frente a intereses personales o de grupo. (O)