Terror y propaganda, estos fueron los medios con los cuales Hitler pudo llegar y mantenerse en el poder. Según el ministro para la Propaganda, Joseph Goebbels, la revolución nacionalsocialista tenía dos métodos para alcanzar sus objetivos: “Ametrallar la nación con una revolución del espíritu y con ello no destruir, sino ganar al enemigo”.

Hitler, en su libro Mein Kampf (Mi lucha), se preguntaba: “¿A quién se ha de dirigir la propaganda? ¿A los grupos intelectuales o a la masa? Siempre se ha de dirigir a la masa…”.

“La capacidad receptora de la gran masa es limitada, su comprensión escasa, pero sobre todo su falta de memoria es enorme. Partiendo de estos hechos, toda propaganda eficaz se ha de limitar a pocos puntos y estos han de ser presentados en forma de lemas, que resulten asimilables y comprensibles aun para el último de los ciudadanos…”.

Lo importante era saber manejar convenientemente a las masas, y con cinismo afirmaba: “Cuando la propaganda ha imbuido a todo el pueblo de una idea, basta un puñado de personas para dirigir y mantener sometidas a las masas”.

La permanente y unilateral propaganda de los principios que Hitler admitía como ciertos convirtió al pueblo alemán en una masa sin espíritu crítico, que no discutía, que no preguntaba, que no dudaba y que obedecía incondicionalmente y con entusiasmo todo lo señalado en sus perversas consignas.

Además de una exaltación al terror y a la violencia, lo señalado expresaba claramente el fin que perseguía Hitler con su propaganda; asimismo, no quería formar hombres que valoraran la libertad, que distinguieran lo bueno y lo malo, que reflexionaran, que juzgaran las cosas por la razón, simplemente que se doblegaran dócilmente al dictador.

Siguiendo a Hitler a pie juntillas, Goebbels defendía los principios propagandísticos; primitividad y repetición: “Solo quien sepa reducir los problemas a su fórmula más simple, y que tenga el valor de repetirlos, aun contra las objeciones de los intelectuales, siempre en esta forma simplificada, a la larga conseguirá verdaderos éxitos en la influencia sobre la opinión pública”.

“A la gente se le ha de decir lo que le gusta escuchar, se le ha de dar algo como estímulo; entonces morderá el cebo y vendrá con nosotros…”.

Joachim Fest, periodista e historiador alemán, escribe sobre el sometimiento del pueblo alemán: “Todo estaba dirigido al autoexterminio del individuo, al síncope permanente de la personalidad, con el fin de lograr la docilidad, primero de los partidarios y más tarde de todo el pueblo, frente al poder absoluto de Hitler”.

En nuestro país la protesta social ha sido acallada, las sentencias por reclamar derechos a decir del defensor del Pueblo son “desmesuradas”; han sido perseguidos, descalificados y encarcelados estudiantes, periodistas, trabajadores, campesinos, indígenas, militares, etc.; la propaganda del Gobierno es abusiva e invasiva, las cadenas nacionales para difundir los “éxitos” del Gobierno y para descalificar a opositores son permanentes. La opinión contraria a los postulados del régimen y la libertad de prensa han sido conculcadas. La propaganda en nuestro país a las claras tiene un referente: Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler. (O)