Las caras ya nos miran sonrientes desde las diferentes papeletas.

Y varias preguntas siguen latentes. ¿Basta querer terciar en una elección, presentarse y decir yo puedo hacerlo para ser candidato? ¿Quién elige a los candidatos?

Algunos/as son personas que conocen de política. Han participado, han trabajado en esos espacios y se han preparado para poder hacerlo. Podremos estar de acuerdo o no con sus actuaciones y propuestas, pero no son improvisados/as.

Otros parecen autoelegirse. Yo quiero ser presidente y me autoelijo para presentarme como candidato… Realmente eso demanda una dosis de autoestima que raya en la inconsciencia. En el hipotético caso de que triunfaran, necesitan muchos asesores con lo que sería mejor para la ciudadanía elegir de una vez a los asesores que serían los que realmente gobernarían.

Las que deparan mayores sorpresas son las listas para asambleístas. Parecen haber sido elegidos por las encuestas que manifiestan que son conocidos y que por ellos votaría una cantidad apreciable de ciudadanos y entonces los partidos o movimientos se los disputan y ellos escogen la papeleta en la que terciarán según… Está claro que no los guía el mejor plan de gobierno, porque muchos no lo tienen y otros candidatos recién están preguntando lo que deberían hacer. Y también necesitarán una pléyade de asesores, en el caso de ser elegidos, porque la Asamblea legisla y esa no parece ser la mayor habilidad de un gran porcentaje de ellos. Con lo que tenemos asegurada una burocracia gigante.

Todas las personas merecen respeto, y no hay profesiones mejores que otras, pero hay que aceptar lo que se sabe y lo que no se tiene ni idea, lo que se puede hacer y qué no. Porque la Asamblea no es una escuela donde se inician en el kínder para llegar al primer grado del saber parlamentario. Cuesta mucho su presencia y de todos aquellos que giran alrededor de cada representante del “pueblo” para que la improvisación sea la regla. Tampoco elegimos robots que alzan la mano a lo que otros proponen, así sean los de su partido, porque no tienen ninguna posibilidad de pensar por sí mismos, hacerse oír, menos respetar. Son bultos necesarios en el momento de contar votos y hacer mayorías. Pero no representan a nadie, y muchas veces su función más importante es hacer cartas de recomendación o llamadas de teléfono para obtener contratos que los favorezcan.

Pero ya tenemos definido al menos quiénes son.

Sería interesante que se dieran espacios en que los candidatos/as presidenciales puedan expresar qué visión tienen para el país en el 2030 y qué harán para lograrlo. En la medida que tengan un proyecto y una visión que movilice, podrán hacer frente a los cuatro años que tienen por delante. A la crisis y problemas que los esperan. Sabiendo que una vez elegidos serán las presidentas/es de todos los ecuatorianos, no solo de su partido o movimiento y de aquellos que los apoyaron. Y que además no gobiernan solos, los grandes intereses económicos parecen gobernar más que los propios gobiernos y el narcotráfico es una realidad que también gobierna el mundo.

Y será un verdadero descubrimiento que los candidatos a asambleístas compartan qué proyectos de leyes quieren impulsar y por qué.

La campaña que se avizora llena de enfrentamientos, insultos y vejámenes podría ser más parecida a un espectáculo político o teatral, más entretenida, y nos procuraría mayores sonrisas o carcajadas según los casos. Podría mejorar mucho el humor ensombrecido del ciudadano de a pie…

(O)