Esta es la que se ha dado en los Estados Unidos en la reciente elección presidencial. La llamé así, inmediatamente luego del triunfo del señor Trump, porque la votación que recibió fue, en gran parte, de la clase trabajadora blanca, que se identificó con sus mensajes radicales en contra de la inmigración, que le disputa puestos de trabajo, y en contra de los tratados de libre comercio, que permiten el ingreso a su país de productos fabricados en el exterior con mano de obra más barata y, muchas veces, manufacturados por fábricas establecidas en el exterior por el capital norteamericano. El candidato Trump identificó, principalmente, a la lejana China y al cercano México como los causantes de la pérdida de puestos de trabajo en su país. Ofreció, el candidato, renegociar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México; ofreció, también, levantar una muralla en la frontera con este último y a costa de este, lo que sería volver a la política del “gran garrote” de Teodoro Roosevelt. Podemos repetir el antiguo dicho: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. La misma actitud adoptará el nuevo presidente hacia los tratados de libre comercio que se estaban negociando con Asia y con Europa. Esta revolución blanca es, pues, un crudo, real, descarnado nacionalismo. El país campeón de la libertad de comercio se transforma en uno proteccionista. Desgraciadamente, esto traerá mucho dolor a las familias de los inmigrantes, entre ellas, a las latinoamericanas.

Conocemos poco, todavía, de la política del señor Trump hacia América Latina; parece probable que adoptará una línea dura hacia los países con gobiernos de izquierda, como ya lo ha anunciado en relación con Cuba, al ofrecer anular las medidas de acercamiento del señor Obama. Con esto, y con la mayoría que su partido, el Republicano, ha obtenido en ambas cámaras legislativas, es evidente que el embargo contra la isla se mantendrá inalterable.

Dentro de la misma línea proteccionista, el señor Trump manifestó en la campaña su simpatía hacia la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y, a pocas horas de su triunfo, ha invitado a la señora May, primera ministra, a visitarlo “lo más pronto posible”. La señora May ha adoptado una actitud inflexible en favor del brexit. El trabajador inglés está molesto por la competencia de los trabajadores de la Europa del Este, particularmente de Polonia.

Al rechazo hacia los inmigrantes por las razones señaladas, se añade el ocasionado por el temor a los emigrantes del Medio Oriente por razones de religión y seguridad; los anteriores atentados terroristas en Estados Unidos, y los recientes en Francia y Bélgica, redoblan el deseo de los pueblos de evitar el ingreso de nuevos inmigrantes provenientes de esa región.

Lo expresado por el candidato en favor de la anexión hecha por Rusia de la península de Crimea, sus críticas hacia el Tratado del Atlántico Norte, producen una gran incertidumbre en el mundo, que espera con ansiedad los anuncios de política exterior del señor Trump. (O)

Esta revolución blanca es, pues, un crudo, real, descarnado nacionalismo. El país campeón de la libertad de comercio se transforma en uno proteccionista.