Culminó la reunión de Hábitat III en Quito y es pertinente preguntarse qué deja para nuestro país. La publicidad oficial nos prometía que Hábitat nos traería algunos milagros, como ciudades incluyentes, justicia social urbana, movilidad fluida, accesibilidad mejorada, áreas verdes para todos y, en fin, ciudades del buen vivir. Creo que todos estábamos claros que eso era otra prestidigitación publicitaria a la que por su frecuencia nos han acostumbrado. Pero más allá de los decires oficiales el balance de Hábitat es, afortunadamente, positivo.

Por ventaja para nosotros como anfitriones, todo ha sucedido sin incidentes, excepto unos pocos problemas de logística y el enervamiento del ya infernal tráfico de Quito, que los habitantes de la urbe lidiaron con tolerancia y paciencia. Nos hemos enfrentado a este enorme reto organizativo con éxito y decoro. El desafío fue enorme y me daba escalofríos, que, por ejemplo, ocurriera un atentado contra alguno de los personajes que nos visitaron, situaciones ante las que no sabemos si estamos preparados. Venturosamente nada malo ocurrió y el tiempo ayudó para mostrar el escenario de Quito en todo su esplendor, complementado por la fiesta de la luz que nos dio otra visión de nuestro legado. Felicitaciones ecuatorianos. Lo hicimos bien.

Hábitat III nos ha dejado visibilidad como país y como ciudad; hemos sido sede de una cita mundial por primera vez. Pero además hubo cosas importantes: fue la reunión de Quito la primera en que los gobernantes de las ciudades –los alcaldes– han presentado un frente común en defensa de lo local y su rol a la cabeza del gobierno de las ciudades, defendiendo su derecho de ser partícipes activos de estos foros donde los gobiernos nacionales toman decisiones que les atañen; la Declaración de Quito será documento de referencia mundial por los próximos 20 años; con motivo de esta reunión se organizó un foro paralelo denominado Hábitat III Alternativo, centrado en el concepto de la defensa del Derecho a la Ciudad, planteamiento en general, del sur, enfrentado con la oposición de los más desarrollados, encabezados por Estados Unidos y China, que se han cerrado férreamente para no incluir este tema en la agenda oficial. Difícil tema este del derecho a ciudad; concluí que hay un conflicto de fondo con otro derecho: el de la propiedad. Compleja dialéctica que sigue latente y que demandará nuevos esfuerzos.

Difícil tema este del derecho a ciudad; concluí que hay un conflicto de fondo con otro derecho: el de la propiedad. Compleja dialéctica que sigue latente y que demandará nuevos esfuerzos.

La academia, los colegios profesionales y algunos expositores, como España y Holanda, generaron foros complementarios al oficial, que han enriquecido la discusión alrededor del desarrollo de las ciudades, su planificación, su gobierno y cómo pensar su futuro. Cosas interesantes dejan esos foros. Encontré un denominador común en algunas de esas discusiones: la necesidad de hallar mecanismos para la amplia inclusión de la diversidad de actores de la ciudad en las decisiones que afectan a todos. Política, público, privado, participación, las cuatro P, que acuñó algún expositor para sintetizar la necesidad de tender puentes entre los gobiernos y los actores urbanos. Pero para todo esto, las ciudades necesitan de Ciudadanos, así con mayúscula.

Sobre todo, Hábitat fue una pausa saludable que nos permitió dejar de vernos el ombligo para mirar con amplitud qué pasa en el mundo; esa pausa coincide con el inicio de la campaña electoral para elegir a nuestros mandatarios, periodo en el que deberíamos poner nuestra atención y esfuerzo en pensar el país que queremos. Así, lo de fondo es preguntarnos qué vamos hacer en Ecuador en materia de desarrollo de nuestras ciudades, de vivienda y de espacio público para sus ciudadanos. Baste señalar que hoy, siete de cada diez ecuatorianos habitamos en las ciudades; el de su futuro y desarrollo es por tanto, un tema crucial y de interés general. Tenemos un modelo bipolar entre Quito y Guayaquil que afortunadamente genera una tensión dinámica positiva; tenemos una red de ciudades intermedias pujantes como Manta, Cuenca, Machala, Quevedo o Santo Domingo; tenemos muchas ciudades medianas y pueblos en crecimiento. Esta organización del territorio es una ventaja que posibilita la presencia del Estado; y un desarrollo mejor distribuido. Lo que carecemos es de una política pública de Estado que se mantenga estable y estimule una visión de largo plazo sobre las ciudades y su papel en el proyecto nacional. Penosamente, tampoco tenemos un proyecto nacional, pues como se vio en este foro tan importante, Ecuador no tuvo nada que mostrar. Nunca es tarde: sea esta la oportunidad para colectivamente comenzar a dibujar el país, en este y otros temas. Espero que desde esta tribuna pueda contribuir en ese esfuerzo.

(O)