La reforma universitaria va de mal en peor. Si el clamor ciudadano fue el de poner orden a la proliferación de negocios académicos de garaje, y a comerciantes de la producción del conocimiento, también fue necesidad democratizar y regular el libre ingreso a la educación de excelencia.

No obstante, casi todo lo desarrollado en esta década de revolución ha sido como barrer escaleras de abajo para arriba: jamás se hizo algo para recuperar matrículas y pensiones de las universidades cerradas y miles de estudiantes no fueron reubicados, o están sin acceso a la universidad por falta de libertad de escoger la carrera de su vocación; y familias se encuentran fraccionadas porque sus hijos estudian en otras provincias. Opino que nada se hizo por abrir oportunidades de desempeño a los estudiantes reprobados, como tampoco a aquellos que por situación económica recesiva no han podido cubrir sus gastos en otras provincias. La universidad ecuatoriana sigue siendo reproductiva, sin espacios para una formación independiente e integral y sin la capacidad para que el egresado o graduado pueda salir al ejercicio profesional con opciones innovativas. Si no se hace algo para superar estas brechas, la universidad ecuatoriana seguirá de mal en peor.(O)

Saúl M. Mayorga Puma, doctor en Jurisprudencia, Quito