En tiempos de precampaña política, como son los que corren en estos días, lo común y generalmente necesario es que se produzcan alianzas entre ellos, para captar el poder, a menos que la estructura de los partidos o movimientos nacionales se encuentren seguros del triunfo y satisfechos con el número de sus afiliados y simpatizantes. Para los espectadores y no militantes de la política partidista, según he podido comprobar intercambiando impresiones, las alianzas entre partidos y movimientos políticos, por motivos electorales, nos suelen impresionar produciéndonos a veces satisfacción, pero también en otras ocasiones incredulidad y hasta decepción.

Por ejemplo, he oído y tal vez usted también: ¡Qué bien que se hayan unido esos…! ¿Cómo es posible que se hayan aliado con aquellos, sabiendo o debiendo saber la calidad de personas cobijadas detrás de esas banderas políticas?

Pienso que esas reacciones pueden ser la consecuencia de nuestro poco conocimiento directo de las estructuras, organizaciones, financiamiento, formación y trabajo proselitista o administrativo, de la dirigencia y de las bases, como suele denominarse a los afiliados que no son dirigentes.

Como puedo estar errado en el juicio preliminar que me he formado, acudo a usted para que confrontemos las dudas que salten a su mente y a la mía.

El tema realmente me produce desasosiego.

¿Sabe por qué? Porque aprendí en casa y en los libros que la política es una noble actividad que debe ser desarrollada con honor y dedicación, siempre para servicio de los demás, tal como muchos compatriotas, mujeres y hombres, han demostrado que se puede hacer, y no para vanagloria o usufructo personal.

En toda relación interpersonal para realizar una tarea común, a menos que sea una selección por suerte, se requiere conocimiento.

¿Cómo procedían los capitanes de nuestros equipos infantiles y juveniles para escoger entre los compañeros o amigos a los que integrarían sus equipos, luego del sorteo inicial? Había que preferir a los mejores antes de que se acaben.

Pero he planteado como título de este artículo ¿Percepción o convicción? porque quiero dilucidar con la ayuda de usted si al momento de buscar y consolidar las alianzas políticas en tiempos preelectorales se debe proceder según la percepción o la convicción de la idoneidad ética y técnica de los nuevos aliados.

¿Acaso esto es puro lirismo porque lo importante es ganar las elecciones y para eso no debe uno pararse en mientes?

Si así es estamos liados. ¿O no?

El razonamiento consolador puede ser: Después los controlaremos y, si es necesario, nos desharemos de ellos.

¿Estaré leyendo el pensamiento a alguien? Considero que no solamente en política, sino también en todo orden de asociaciones, comenzando por la más importante del matrimonio, hemos de actuar por convicción y no solamente por intuición. Sin embargo, esta, bien administrada, felizmente suele llevarnos al éxito.

¿Usted prefiere que las selecciones para realizar alianzas políticas partan de percepciones o de convicciones, en homenaje a la honestidad y la eficiencia?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)