Una década de un sistemático acoso a la democracia está por terminar. Se espera que llegue a su fin, que concluya por sanidad social. Todo país aspira al respeto a sus derechos; ayer como hoy, no puede vivir secuestrado por una élite de gente inescrupulosa, mentalmente prejuiciada, de personas que nunca entendieron el significado de manos limpias ni el decoro indispensable en el manejo de los bienes de un Estado.

Un gobierno que dure uno, dos o tres años, dentro de una turbulencia política, es un daño a la democracia y al progreso de una nación porque la inestabilidad conduce a la decadencia de las instituciones básicas de una nación. De manera similar, un gobierno que busque mediante manoseos de la ley perpetuarse en el poder es un claro retroceso del crecimiento de la democracia y del consiguiente ejercicio de la libertad.

Hace ocho días, en ‘Entre comillas’, cité frases que fueron ampliamente comentadas por ustedes, amables lectores. Recordemos algunas: “La democracia es una inmensa experiencia humana. Está ligada a la búsqueda histórica de libertad, justicia y progreso material y espiritual”. “Somos conflictivos, porque somos seres humanos. Cada quien piensa distinto porque mira a través de cristales diferentes que representan intereses diversos”. “Querer ganar es querer el poder para promover un cambio de cultura...”. “Son muchos los problemas que agobian y angustian a los ecuatorianos y es necesario elegir a un líder que esté preparado para enfrentar los grandes desafíos que impone vencer la pobreza, la inequidad, la corrupción”.

En ‘Entre comillas’ opté por entregar esas frases sin autor para que fueran leídas y pensadas por aquello que significan, sin analizar quién les dio forma. Tres de ustedes, amables lectores, dicen haberlas leído en Facebook, que esas frases pertenecen a la Econ. Cecilia Calderón de Castro. Están en lo cierto. Poseo los originales de esos pensamientos porque un pariente mío, quiteño, amigo de Cecilia, me los hizo llegar.

Sé de las incursiones de Cecilia Calderón en la política, antes de conocerla y luego, de ser amigo de su familia. Su trayectoria está escrita en la historia del país que siempre existió, no en el refundado. Cecilia es una mujer vehemente, de inteligencia emocional superlativa y de capacidad de investigación y análisis excepcionales. Fue legisladora que hizo escuela por su responsabilidad, por la búsqueda de soluciones, por el conocimiento del país y por la entrega incondicional a su función, más allá del tiempo y del dinero. Cecilia no escribe para la prensa, expresa lo que ella piensa, lo que siente y lo que hizo y quiere hacer. Es privilegio de pocos convertir sus ideales en acciones coherentes de beneficio colectivo.

El panorama electoral de la última década ha privilegiado juventud, caras bonitas, deportistas, inexperiencia, obediencia servil. ¿Por qué dejamos a un lado a hombres y mujeres de la calidad humana y profesional de la que Cecilia Calderón es un ejemplo, para con ellos reconstruir nuestra democracia?

La autoridad, desde el evangelio, es vista como un servicio y una vocación. Son dos elementos inseparables. Nadie debe arrogarse la autoridad ni tampoco ejercerla de un modo arbitrario”, Luis Cabrera Herrera, arzobispo de Guayaquil. (O)