Todos los candidatos a la presidencia de la República están incluyendo en sus discursos la importancia del sector agropecuario para el desarrollo de la vida nacional, tanto por su enorme potencial para producir riqueza, como por la impresionante capacidad para generar empleo y multiplicar las oportunidades de trabajo. Esta concepción es absolutamente cierta, pero me temo que es mayor el afán por ganar adeptos, que la real preocupación por resarcir esta actividad arrinconada casi al olvido. Parecería que las repetitivas promesas no están sustentadas en planificación alguna o en programas de gobierno trabajados con aplicación y conocimiento.

Necesitamos que los aspirantes a ser gobierno cuenten con profesionales técnicos calificados, con la instrucción y experiencia suficiente para entender las particularidades de la actividad; con idoneidad y capacidad para identificar los problemas acuciantes, proponer alternativas y establecer soluciones. No basta con seducir nuestras expectativas de cambio vociferando el rescate de la producción agrícola para exportación, porque aunque la propuesta sea buena, válida y necesaria; una visión limitada ocasionaría el riesgo de relegar la urgencia de atender también la producción para consumo interno, que ha sido históricamente discriminada, flagelada inmisericordemente por la intermediación y la fijación de precios políticos.

Sí, la actividad agropecuaria es probablemente la mejor opción para diversificar el aparato productivo nacional, y la producción para exportación que es determinante para el PIB, debe ser apoyada en su estabilidad y optimización; pero no podemos olvidarnos del segmento productor para consumo nacional, especialmente porque está conformado mayoritariamente por el montubio, el indígena y los nuevos profesionales agropecuarios que representan los pequeños y medianos productores que tanto refieren los políticos en sus discursos.

He escuchado a algunos candidatos sostener que se necesita mejorar la productividad, y estamos de acuerdo, es absolutamente necesario pero, ¿tienen idea de cómo hacerlo? Señores candidatos: la optimización de la productividad no se alcanza por decreto; es consecuencia de la aplicación de tecnología, y no me refiero solo a equipo y maquinaria especializada sino también, y especialmente, a conocimiento. Implementar tecnología es el camino correcto pero requiere inversión, por eso es indispensable una política de financiamiento que permita el acceso a los préstamos sin discriminación, porque hasta ahora todos los mecanismos para financiamiento bancario mantienen características segregacionistas y elitistas.

Los pequeños y medianos productores no tienen bienes que al hipotecar alcancen la cobertura exigida por las entidades financieras; además el entorno social y económico en que se desenvuelven no les permite conseguir un codeudor y garante calificado como lo exigen los reglamentos actuales. En consecuencia, solo tienen acceso a préstamos con montos limitados, que apenas cubren gastos de operación, o alguna ínfima infraestructura. Mientras persistan esas absurdas condiciones sobre garantías, ellos no podrán comprar un tractor y sus implementos, ni adquirir un sistema de riego artificial, ni una ordeñadora automática, ni un complejo de silos para almacenamiento, ni una batería de cortadora, picadora y mezcladora para elaboración de alimento balanceado, como ejemplos.

La banca privada y la estatal se han esmerado en resguardar la recuperación, a como dé lugar, de los capitales por colocar, sin molestarse siquiera en valorar la viabilidad técnica y económica de los proyectos. Adoptaron la premisa facilista de la recuperación vía embargo, sin darse cuenta de que la mejor manera para obtener repago es permitiendo y procurando el éxito de los proyectos financiados; que la capacidad de pago es resultado de la buena planificación y ejecución técnica de los mismos, y no del valor de cobertura de las prendas.

Pero, claro, para identificar y valorar la viabilidad de los proyectos se necesita del conocimiento y experiencia de los profesionales en el ramo, mismos que brillan por su ausencia en las instituciones financieras y en los entes de control privado y/o estatal, responsables de las políticas de financiamiento y acceso a los préstamos bancarios; y este es otro acápite por corregir.

Aplaudimos que nuestros candidatos crean en la importancia de las actividades agropecuarias y en su enorme impacto para el desarrollo de los pueblos, pero por favor no hagan promesas banales y asesórense con un equipo técnicamente calificado y no solo político.

Buscando alimentar el sano interés de los candidatos, les recuerdo que las dos terceras partes de la población económicamente activa del Ecuador está involucrada directa o indirectamente con el sector agropecuario, desde la producción, la comercialización, la transportación e industrialización; así que el candidato que se gane la credibilidad del sector estaría obteniendo un gran beneficio, pues finalmente no es tan importante quién llegue al poder, sino quien se tome en serio la propuesta de reactivación y desarrollo agropecuario… Que la vaca produce leche porque está bien atendida y no por el color de la camiseta de quien la ordeña. (O)

Señores candidatos: la optimización de la productividad no se alcanza por decreto; es consecuencia de la aplicación de tecnología, y no me refiero solo a equipo y maquinaria especializada sino también, y especialmente, a conocimiento.