Se podría decir que ha habido y hay una campaña para convencernos de que los medios de comunicación independientes no lo son, porque dependen de lo que quieran sus dueños o sus anunciantes que se publique o que no se publique. Esto supone que los periodistas son personas que se limitan a escribir o decir lo que les mandan.
En ambos casos, hay desconocimiento de lo esencial de la profesión y una generalización injusta. Ciertamente, un medio de comunicación necesita el soporte de una empresa organizada y eficiente que cumpla con el manual ético y entienda la naturaleza de su quehacer. Necesita también de una inversión fuerte en tecnología, equipos y materiales. Pero todo eso está al servicio de lo medular, ofrecer a la ciudadanía elementos para ejercer su derecho a la información y para la reflexión sobre los hechos. Tarea que no es fácil y que requiere, entre las cualidades necesarias para el oficio, una gran honestidad intelectual y capacidad crítica. Porque, al contrario de lo que se cree, el plan de trabajo lo deciden los periodistas que se reúnen cada día con el editor general para establecer las coberturas y las prioridades en lo que será la edición final. En esa reunión no participan los anunciantes, por supuesto, y quienes manejan la parte comercial no tienen ninguna injerencia, ni voz en lo periodístico. Así es en los medios que hacen un trabajo profesional. En el Ecuador hay algunos ejemplos de medios que han perdido anuncios de empresas u organismos privados o estatales por no callarse o no compartir sus criterios. Para probarlo, solo hace falta revisar qué medios tienen propaganda gubernamental y cuáles no, a pesar de que con eso se incumple la ley y los medios vean afectados sus ingresos. Pero no por eso traicionan sus principios.
Es posible, amigo lector, que usted, como yo, conozcamos casos que contradicen estas aseveraciones, pero eso no invalida el deber ser, ni es suficiente para generalizar o creer que si esto puede ocurrir en los medios independientes, hay que leer la prensa gubernamental, claro que puede hacerlo, pero por otras razones. Si aceptáramos que lo que dicen los medios es la opinión del dueño o de sus anunciantes, estaríamos aceptando entonces que lo que publican los medios gubernamentales es lo que ordena publicar su patrocinador, es decir, el Gobierno, mientras no se logre convertirlos, realmente, en medios públicos, que sean mantenidos por el dinero del Estado, que es de todos, pero que funcionen con total independencia del Gobierno, que no necesariamente representa el criterio de todos y sobre cuyas decisiones y acciones los ciudadanos tienen derecho a información sin la supervisión gubernamental.
En todo caso, lo mejor para un país es la diversidad de medios, que existan los medios independientes, los del Gobierno, identificados como tales, los medios públicos, los medios comunales, los medios de gremios y que todos reciban las mismas garantías de libertad y respeto a su trabajo. Los ciudadanos elegirán libremente por qué medio quieren informarse, de acuerdo con sus intereses y con quienes les conceden credibilidad, que es la medida de la calidad periodística del medio y la que determina su audiencia. (O)