El modernismo fue una corriente del pensamiento que se desarrolló durante la Edad Media (siglos XVII y XVIII), inspirada y fundamentada en el pensamiento de Descartes (racionalismo). Se caracterizó por la racionalización de la existencia, tanto es así que llegó a hablarse de “la diosa razón”. Este pensamiento fue marcado por el surgimiento de grandes utopías sociales, políticas, culturales, científicas, tecnológicas, etcétera.

La posmodernidad surge cuando la humanidad comenzó a tener conciencia de que el paradigma del proyecto modernista ya no era valido; está basada en el desencanto. La posmodernidad es el tiempo del yo. Tras la pérdida de confianza en los proyectos de transformación social, solo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal. El hombre de la posmodernidad empezó a valorar más el sentimiento que la razón. El individuo posmoderno obedece a lógicas múltiples y contradictorias entre sí; sometido a una avalancha de informaciones difíciles de organizar y estructurar, está en un incierto vaivén de ideas. El posmoderno no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas y sus opiniones pueden modificarse de un instante a otro. Debido a la falta de confianza en la razón, hay una pérdida de interés por la realización colectiva y resalta un interés por la realización de uno mismo. Esto se observa en el retorno a lo religioso, de lo sobrenatural y de las ciencias ocultas (quiromancia, astrología, etcétera). Los posmodernos renuncian a discutir sus opiniones, “vive y deja vivir”; renuncian a buscar un sentido único y totalizante de la vida; la suya es un postura confortable, “alérgica” a las exigencias radicales.(O)

Francisco Javier Sánchez Espinoza, neurólogo, Guayaquil