En unos días cierro las maletas y vuelvo a Barcelona luego de mi estadía habitual de algunos meses en Ecuador. No sé cómo haré con el sobrepeso de libros que llevo. Pero sobre todo confirmo la impresión –quizá porque más que optimista soy un pesimista activo– de que son algunos años que la literatura ecuatoriana se está renovando pese a las dificultades, entre ellas la nula política de apoyo al libro. Aun así, el balance es positivo.

Empiezo por el logro ejemplar de la Feria del Libro de Guayaquil, no solo por la invitación al Nobel J. M. Coetzee sino por la notable mejora frente al año pasado: más estands de librerías, autores de diversos registros, y la alegre acogida de un público que rebate el tópico regionalista de que en Guayaquil no se lee ni importa la cultura. Ojalá que siga mejorando todavía más y se convierta, para orgullo de todo el país, en la mejor Feria del Libro de Ecuador, a la manera de ferias como la de Frankfurt, Boloña, Barcelona o Guadalajara, que sin ser las capitales son las más representativas. Es el país el que contaría con una ejemplar Feria del Libro.

También hay que destacar el esfuerzo y el talento de pequeñas editoriales ecuatorianas como Ruido Blanco, Manzana Bomb Ediciones, Editorial Turbina –con dos libros sugerentes como son los estudios literarios de Daniela Alcívar Bellolio, titulado Pararrayos. Paisajes, lecturas, memorias, y el recopilatorio de ensayos Vértigo. Ocho ensayos de temas escabrosos, del que recomiendo la lectura del divertido artículo de Antonio Villarruel sobre el mundo literario quiteño– y la editorial Cadáver Exquisito, con la notable novela de Jorge Izquierdo, Una comunidad abstracta. Editoriales con más antigüedad han continuado un trabajo sostenido, como Ediciones de la Línea Imaginaria, con la antología del poeta peruano Eduardo Chirinos, La música y el cuerpo, o la monumental recopilación de editorial La Caracola de la Poesía Reunida (1970-2004), de Iván Carvajal, libro de lectura ineludible para medir la trayectoria y el alcance de uno de los mayores poetas y pensadores ecuatorianos de los últimos años; recientemente se ha publicado su ensayo Universidad, sentido y crítica, en el Centro de Publicaciones de la Universidad Católica del Ecuador, que también ha publicado el ensayo ganador del premio Aurelio Espinosa Pólit, titulado Estética de la indolencia, de Santiago Peña Bossano, y precisamente rompe esa distancia entre la fría escritura académica y la mera divulgación con una prosa ensayística de narrador.

Tan necesario como el talento se requiere el rigor, la disciplina, la continuidad y la modestia, y a gritos la generosidad necesaria de escritores y lectores para que la cultura literaria no esté compuesta de repentinas fulguraciones aisladas sino de un coro siempre complementario entre sí.

Notable es el trabajo de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo por la difusión a precios asequibles de textos conocidos y porque su colección Luna de Bolsillo ha empezado a publicar libros inéditos. Así se han dado a conocer los cuentos de Andrés Cadena, Altanoche, o las novelas La familia del Dr. Lehmann de Sandra Araya o Te Faruru, también de Jorge Izquierdo. Este terceto de autores señala el pulso de una prometedora línea de escritores a seguir con atención.

Sur Editores ha publicado la edición crítica de María Helena Barrera-Agarwal sobre las obras de Dolores Veintimilla, titulada De ardiente inspiración, libro de una gracia y de un rigor que marca un hito sobre la gran poeta ecuatoriana y sobre la manera de investigar la literatura ecuatoriana.

La Casa de la Cultura ha renovado la revista Letras del Ecuador en un formato impecable y está con un nuevo empuje en ediciones de calidad como la colección Letras Claves donde recientemente salió la reedición de la novela La razón y el presagio, de Francisco Proaño Arandi. También en la Casa de la Cultura (de Loja) fue publicada la novela de Luis Alberto Bravo, El jardinero de los Rolling Stones, que junto con su anterior novela Hotel Bartleby (Random House, 2013), está haciendo discretamente, sin pretensiones, uno de los proyectos más innovadores en la novelística ecuatoriana, al margen de los circuitos literarios (Bravo tiene sus cuarteles de invierno en Bucay, pero es el menos provinciano de los jóvenes narradores).

Los grandes sellos también siguen dando a conocer los nuevos trabajos de autores con trayectoria, como la novela de Juan Pablo Castro Rodas, La curiosa muerte de María del Río (Alfaguara), o la nueva novela de Raúl Vallejo, El perpetuo exiliado (Random House) y El sabio ignorado (Grijalbo), de Francisco Febres Cordero. Está anunciada la nueva novela de Carlos Arcos Cabrera, Saber que es olvido (Seix Barral).

No todo ocurre hacia adentro. Lo que me permite aligerar las maletas, ya que compraré estos libros en España: Javier Vásconez publica su nueva novela, Hoteles del silencio, en la editorial Pretextos, así como Edwin Madrid, en el mismo sello, con su antología Todos los Madrid. Pretextos seguirá dando a conocer a otros autores ecuatorianos. Y la joven narradora guayaquileña Mónica Ojeda acaba de publicar su novela Nefando en la editorial Candaya de Barcelona.

Buenas noticias, entre ellas que los libreros empiezan a comprender el decisivo papel cultural que tienen exponiendo obras ecuatorianas (hay más por hacer: muestren más en las vitrinas). Pero también malas noticias cuando verificamos, con este gobierno y los anteriores, que el libro poco importa, que los editores independientes necesitan apoyo urgente, que faltan escandalosamente bibliotecas públicas, y que a pesar del talento que siempre se renueva, la dureza del medio editorial y literario ecuatoriano genera desgastes en los escritores y editores, recelos mutuos, falta de generosidad para hablar del otro y la peligrosa e ingenua pretensión de creer que con su aparición se han partido las aguas y ahora sí se inaugura la salvación de la literatura nacional. Tan necesario como el talento se requiere el rigor, la disciplina, la continuidad y la modestia, y a gritos la generosidad necesaria de escritores y lectores para que la cultura literaria no esté compuesta de repentinas fulguraciones aisladas, sino de un coro siempre complementario entre sí.

Yo cierro mis maletas intentando que entre lo más posible. Pero ustedes abran estos libros y descubrirán la riqueza y variedad de lo que está ocurriendo en la literatura ecuatoriana. (O)