El Gobierno, a través de su Asamblea Nacional, nos ha avergonzado otra vez. Han condecorado a la angelical Cristina Fernández de Kirchner. Ya ni nos sorprende tanta desfachatez. Entre socialistas del siglo XXI no se pisan la manguera. La corrupción no importa si viene de uno de los suyos.

Gabriela Rivadeneira, presidenta de la Asamblea Nacional, publicó un artículo para justificar la vergonzosa condecoración. Ahí dice que la expresidenta argentina “demostró un compromiso ético gigantesco impulsando una política de derechos humanos fundada en la memoria, la verdad y la justicia”. El chiste se cuenta solo. Viven en una realidad paralela.

Ver a Gabriela y Cristina entrar al edificio de la Asamblea por la alfombra roja, con calle de honor y un afiche gigante con el retrato de la homenajeada, me dio nuevas razones para ser pesimista sobre nuestra clase política, nuestras supuestas líderes y el futuro que nos espera.

Pero luego recordé a Marcia, a Marcia Gilbert de Babra, y ese pesimismo desapareció. Un día antes, celebrábamos con Marcia en el pequeño auditorio de la Universidad Casa Grande, institución que ella fundó, los 50 años de Fasinarm, esa fundación ejemplar que ella también creó.

Ahí no había alfombra roja, ni grandes pantallas, ni protocolos, ni discursos grandilocuentes. La grandeza estaba en quienes han hecho de Fasinarm un referente en el compromiso con las personas con discapacidad. Y sobre todo en Marcia, cuyas palabras siempre sabias, llenas de humor y visión son una cachetada a todas esas ridiculeces salidas de la Asamblea.

Marcia te contagia con su energía, su optimismo, su originalidad. Tras sus lentes redondos, su pelo corto y su eterna sonrisa, Marcia dice lo que piensa y lo dice claro y firme. Cuando se propone algo, lo consigue.

Marcia es generosidad, ironía, carácter. Es pasión, visión, acción. Es liderazgo, sentido del humor, espontaneidad, ejemplo. Es emprendedora, educadora, maestra, de mente abierta y liberal. Siempre curiosa, creativa y con alguna anécdota que contar.

A través de Fasinarm, Marcia ha transformado la vida de miles de niños, jóvenes y adultos con discapacidad. A través de la Universidad Casa Grande, Marcia ha educado e inspirado a nuevas generaciones de profesionales. Y a través de la política, como concejal de Guayaquil, Marcia ha dejado una importante marca en la educación de esta ciudad. Porque Marcia ha sido también política. Pero de las buenas. De las que vemos poco. De las que se dedican a servir y ayudar, sin buscar protagonismo ni figuretear.

Alejada de todo protocolo y falsas solemnidades, Marcia va al grano, piensa, crea, actúa, resuelve y cambia vidas. Mientras otras se rinden pomposos homenajes para alimentar su vanidad, Marcia continúa su trabajo sin hacer mucho ruido, contagiando su buena vibra y su pasión en todo lo que emprende.

Ver todo lo que Marcia ha logrado con su trabajo y lo que ella significa para tanta gente hace que los escándalos políticos que vivimos pasen a segundo plano. Que las Gabrielas y Cristinas se vuelvan insignificantes. Mientras tengamos a mujeres como Marcia que dejan su marca, que cambian vidas, que no se olvidan, hay miles de razones para ser optimistas. (O)