Para facilitar el diálogo, especialmente acerca de asuntos conflictivos, es necesario clarificar el significado de las palabras.

Señalo el significado, que la generalidad de las personas da desde hace siglos hasta años recientes, a las siguientes palabras:

1) Matrimonio. Esta palabra deriva de la palabra latina mater, o sea, madre. Desde siempre, matrimonio lleva consigo el significado de maternidad, la fuente biológica cierta de una persona.

2) Amor. Hay distancia inmensurable entre la definición que da Dios de amor: Entregar la vida (Juan 3,16), y la definición vivida por muchos humanos: Yo te uso, tú me usas.

3) Conservador. Palabra a flor de labios sin hondura. Insultante o laudatoria, de acuerdo con lo que se conserve. Si a alguien se le “insulta” porque conserva honradez, laboriosidad, lealtad, diafanidad, apertura a estructuras de responsabilidad y justicia, quiero ser conservador.

Si por 4) Progresista se identifica al que es “sin Dios ni ley”, “al sol que nace”, “yo pido, tú pagas”, al encerrado en sí mismo, no quiero ser progresista.

Un grupo que dice llamarse García golpea la puerta de la familia García. Afirman que también ellos se apellidan García; que tienen derecho “igualitario” de llamarse García y de cubrirse con el nombre García. Los García de verdad responden: Esa “tu familia” no es igual a la que desde hace siglos creyentes y no creyentes llamamos familia. El escritor del Génesis recoge tradiciones ya escritas 2.000 años antes de Cristo acerca de la identidad de familia. Así como no imponemos nuestra fe, plasmada en realidades físico-biológicas, exigimos que se respete la identidad de familia. Otras entidades, superficialmente parecidas, carecen de la razón fundamental del ser familia, ser cuna de maternidad.

Es laudable que una pareja que no tiene hijos de su carne y de su sangre desee adoptar, respetando la identidad de la adopción. La adopción tiene como primera finalidad el ser, el crecer, la felicidad de los “hijos”. Dentro de un enfoque humano los adoptados no son asumidos, como las mascotas, para llenar un vacío afectivo.

Propagandistas del matrimonio “igualitario” harían bien en reivindicar un estatus “respetable”, atribuyendo a la unión entre personas del mismo sexo un nombre diverso del de matrimonio. Matrimonio pertenece desde siglos a la unión entre un varón y una mujer. Esta revolución que confunde nombres es infecunda, como la unión homosexual.

Historiadores del Imperio romano descubren una interdependencia entre la degeneración de nombres, de personas, de instituciones y la degradada fortaleza del Imperio. Señalo algunas: -En la medida en que el sexo salía del tálamo nupcial a los burdeles se suprimía una de sus finalidades, la de servicio a la humanidad. -Aun en estos momentos no era “igualitario” el nexo del matrimonio al del concubinato. Como hoy, los perjudicados eran los hijos, pues a estos no se les reconocían “iguales” derechos. -Menospreciando la finalidad de la comida, que es alimentar la vida, se vomitaba, para comer una y otra vez. Los romanos antes de la decadencia decían: “El nombre indica la finalidad”. “Excelsior”. Arriba; “No te rajes” digamos hoy. (O)