Hace unos días estuve de paso por Lima, la capital peruana. Y fiel a mi costumbre, conversé con cuanto ciudadano me fue posible, pues considero que es una forma de conocer realmente lo que piensa la gente.
Consultados sobre ¿por quién votaron en las recientes elecciones presidenciales? y ¿qué opinión tienen sobre el nuevo gobierno?, todos los consultados me dijeron haber votado por PPK.
Cuando insistí con otra pregunta, para saber las razones que tuvieron para votar por PPK, me llamó mucho la atención que, palabras más palabras menos, todos los consultados me dijeron que lo habían votado porque no era bueno que el partido de Fujimori tenga presidencia y control del Congreso. “Mucho poder en una sola mano”, me dijeron.
No cabe duda de que la sociedad peruana parece haber aprendido la lección que le dejó el fujimorato.
Sin desmerecer las valiosas decisiones tomadas por el expresidente Alberto Fujimori, en cuanto a devolverle al país la seguridad ciudadana, tras la larga pesadilla de Sendero Luminoso, y en cuanto a sentar las bases para el crecimiento económico sostenido de esa nación, que hasta el día de hoy mantienen al Perú en la ruta del progreso, sin duda, la ciudadanía recuerda todos los abusos y excesos cometidos especialmente en su último periodo de gobierno, producto de los cuales hasta el día de hoy cumple condenas en prisión.
Comparto con usted, amigo lector, esta historia y reflexión, a propósito de las elecciones presidenciales de 2017.
A estas alturas, no queda la menor duda de que el Ecuador quiere un cambio de modelo, un cambio de estilo de gobierno.
Ha sido contundente el rechazo de la mayoría de los ecuatorianos a extender el correato por 4 años más. Es por esta razón que el actual gobierno, para quien las leyes y la Constitución son meros puntos de referencia, hace casi un año se abstuvo de convocar a consulta popular para preguntar si se reformaba la Constitución, incorporando la reelección indefinida, que le permita al presidente Correa terciar para un nuevo periodo, pues todos los sondeos de opinión mostraban un rechazo cercano al 70%.
Por ello, en una columna anterior manifesté que el correato está de salida y que en mayo de 2017 tendremos un nuevo Ecuador, sea quien sea el nuevo gobernante.
Sin embargo, no basta con cambiar de presidente, aunque ello sea bastante, debo reconocerlo. Debemos entender que lo que el país necesita es democracia, la cual no existe sin la indispensable separación e independencia de los poderes del Estado.
Si un candidato exige mayoría propia en la Asamblea Nacional como requisito para cumplir con sus ofertas de campaña, sataniza la diversidad de criterios de los partidos y movimientos políticos representada en esa Asamblea Nacional y piensa que la prensa debe estar a su servicio o que la puede comprar con publicidad, no representa el cambio que el Ecuador demanda. Solo será lo mismo, con otro nombre y color.
Democracia, amigos lectores; justicia independiente, libertad de expresión, poder legislativo fiscalizador, poder electoral y organismos de control libres de injerencia política.
Quien esté dispuesto a gobernar en democracia, con todos los obstáculos que ello implica, representa el cambio de modelo que el Ecuador demanda.
Ojalá hayamos aprendido la lección. (O)