Cuando escuché que la Asamblea Nacional va a condecorar a Cristina Fernández de Kirchner, pensé que no había entendido bien. Luego descubrí que había oído y entendido perfectamente. Entonces me pregunté qué es condecorar; es conocido que se trata de conceder una medalla, una cruz o cualquier otra insignia, que se coloca en el pecho del condecorado. Pero esto no es lo más importante.

El valor de una condecoración está en el reconocimiento que significa. El diccionario dice que condecorar es “dar a alguien honores o condecoraciones”, se trata pues de una cuestión de honor y el honor está definido como “gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas”, también como “cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”.

Conceder una condecoración debe ser, entonces, un proceso en el que se conocen los méritos del candidato o candidata, se estudian, se comprueban, se discuten y se decide.

La condecoración Manuela Sáenz, que es la que recibirá la señora Fernández, se otorga a jefes de Estado que se hayan destacado por su liderazgo y valor social.

Mucho se habla del cambio social logrado por el gobierno de la candidata a la condecoración, pero también mucho se habla de los perjuicios al pueblo argentino causados por la corrupción, durante su gobierno. Sin embargo, lo primero no parece suficiente y si lo fuera se trataría del cumplimiento normal de su deber. Por lo segundo, hay en este momento, al menos, seis causas judiciales en las que se investiga por una u otra razón a la señora Fernández: el caso de la venta anticipada de dólares futuros, el caso de lavado de dinero, el caso Hotesur, por razones semejantes a lo anterior, la Ruta del dinero K, el caso de Los Sauces, el de fraude a la administración pública por direccionamiento de la obra pública.

Como si fuera poco, el kirchnerismo también es responsable de la actual crisis económica que vive la Argentina y, en contraste, de los doce años de despilfarro e ineficacia.

Se ha dicho que todavía no está sentenciada y que hay que esperar que concluyan los juicios para considerarla culpable. Eso es cierto, pero exactamente por eso es que repugna la condecoración, porque significa que se la concede sin la certeza de que quien la recibiría la merece. Y no se trata solo de entregar una insignia, se trata de decir que el pueblo ecuatoriano, a quien la Asamblea representa, considera meritorio gobernar, por decir lo menos, sin transparencia y respeto al pueblo y sus recursos, de tal manera que amerita investigación judicial.

Quienes han tomado la decisión en la Asamblea tienen derecho a agasajar a sus amigos a quienes, como en este caso, se supone que admiran, pero no a hacerlo en nombre de los ecuatorianos. (O)