Hace pocos días, en el marco de la inoficiosa Cumbre de los Países No Alineados celebrada en la isla Margarita, a la cual asistieron solo 8 presidentes (de 120 países) entre los cuales se contaba el dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, con 36 años en el poder, el presidente Rafael Correa advirtió de la existencia de un nuevo Plan Cóndor, cuyo objetivo serían los gobiernos progresistas de la región, y sugirió que dicho plan cuenta con la participación del ‘Norte’, al que se suman poderes fácticos que utilizan, según lo mencionado por el presidente, métodos como “el bombardeo mediático, los golpes de Estado parlamentarios, el acoso económico y la difamación de líderes democráticamente electos”, aprovechando la ocasión para expresar su solidaridad al presidente venezolano el cual, de acuerdo con la versión de Correa, enfrenta todo intento de “injerencia y desestabilización externa”.

Esta interpretación de lo que sería el nuevo Plan Cóndor es compartida por la expresidenta argentina Cristina Kirchner, quien al comentar un editorial del diario El Telégrafo, titulado ‘El nuevo Plan Cóndor ahora apunta a Lula y a Cristina Fernández’, señaló que “si antes fueron los grupos armados dentro de las instituciones militares latinoamericanas, ahora es con aparatos judiciales y mediáticos”. Debe notarse, por lo tanto, la propuesta de un discurso político que pretende crear la figura de una amenaza real y latente contra determinados gobiernos de la región y algunos exmandatarios, producto de una conspiración internacional camuflada entre los intereses imperiales, mediáticos y económicos, por lo que no debería sorprender que si la justicia argentina permite su viaje (Cristina Kirchner está involucrada en varias causas judiciales), la expresidenta venga al Ecuador en los próximos días, entre otras cosas, a recibir la medalla Manuela Sáenz en reconocimiento a “su liderazgo y a los cambios sociales que hizo en su país”, según las palabras de la presidenta de la Asamblea, pero seguramente también para volver a advertir de la existencia de este nuevo y siniestro Plan Cóndor.

Como referencia debe mencionarse que el denominado Plan Cóndor operó en las décadas del 70 y 80 como una estrategia clandestina impulsada por determinadas dictaduras de América del Sur, con el fin de ejercer lo que se conoce como terrorismo de Estado en contra de los opositores de tales regímenes de facto. En todo caso debe quedar claro que cualquier alusión o referencia al tenebroso plan de hace algunas décadas debe realizarse con cautela y prudencia, especialmente por el respeto que merece el número indeterminado de personas desaparecidas o muertas por la aplicación de dicho plan, pero no solo por eso, sino también por el hecho de que solo con pleno conocimiento de causa un gobernante debería alertar de la existencia de una renovada conspiración internacional con objetivos insospechados e indecorosos. De lo contrario, la conjetura pasa a convertirse en noticia de segundo plano y lo que es peor, en fallido pretexto para disimular propias y severas deficiencias.

Si existen pruebas veraces que comprueben la existencia de un nuevo Plan Cóndor, no duden de que deberíamos unirnos y prepararnos, resguardando más que nunca los pilares de la vigencia democrática; pero si en lugar de pruebas lo que tenemos son discursos lanzados al aire, propongo que el nuevo Plan Cóndor se denomine Plan Avestruz, en homenaje a esa enorme ave que suele esconder la cabeza en el suelo cuando ve que se acerca un problema. Eso es un mito, pero por algo la gente se lo inventó. (O)