Después de casi tres años de intervención, a la Universidad de Guayaquil la dejan exactamente donde la encontraron, en la categoría B, pues ese fue el resultado de la primera evaluación que se hizo y que luego se cambió, degradándola a la categoría D.
Muchos sostienen que la razón de esto fue que había que justificar de alguna forma la intervención de la Universidad de Guayaquil y el hecho de “ascenderla” de categoría, después de todos estos años, es también una justificación de “lo que tuvo que hacer la comisión interventora, en la universidad durante todo este tiempo”, en el cual el rector, los vicerrectores, los decanos y subdecanos tuvieron que hacer lo que les ordenaban, si no los cambiaban de inmediato.
Resulta extraño que entre los “éxitos” de dicha comisión interventora se pongan los postgrados obtenidos por algunos docentes, como si el esfuerzo físico, intelectual, de tiempo, dinero y persona que han entregado dichos maestros pudieran ser endosados a esta comisión.
Por otro lado, lo extraño es que las “evaluaciones” aún no comienzan en ciertas unidades académicas o facultades, como Filosofía y Letras y ya todo el mundo sabe cuáles carreras van a ser acreditadas y cuáles no, incluso las que no van a ser acreditadas ya se las tiene ubicadas como carreras que entran “al cierre” y que, por lo tanto, deben atenerse a dicho “plan de cierre”.
Esto confirma, una vez más, que esto estaba fijado de antemano por las máximas autoridades de la educación superior desde años atrás y que las carreras que iban al cierre se las cerraría, hagan lo que hagan y presenten lo que presenten. (O)
Carlos Idrovo Coppiano, docente, Guayaquil