Manejando ya 20 años en Guayaquil, se aprecia con facilidad que pocos saben conducir un vehículo. Un gran porcentaje lo mueve de un lado a otro cometiendo una diversidad de infracciones. Las más comunes son exceso de velocidad y cambio de carril en los túneles, no utilizar el señalero para pasar a otro carril y si lo utilizan es para cambiarse tres carriles de un solo envión.

Además, si se les presenta un espacio en el otro carril se cambian a este sorpresivamente. Si manejan en una avenida y colocan con tiempo el señalero, el que viene detrás acelera y le hace luces para no dejarlo que entre.

Hay conductores que manejan como si estuvieran sentados en la sala de su casa: usan el celular, cambian constantemente las emisoras de la radio, sacan un CD y ponen otro enseguida, se maquillan, etc. Otros eventos clásicos son sacar la mano para hacer una señal con el pulgar hacia arriba y cambiarse de carril, o parquearse en doble columna en calles estrechas o hasta en curvas y piensan que al poner las luces de parqueo ya es suficiente.

No queda atrás el uso indiscriminado de la bocina para atraer la atención de una chica, para llamar a un familiar que vive en un determinado piso, para avisarle al de adelante que embrague con tiempo antes de que se ponga la luz verde o para decirle al de adelante que no le dará chance de pasar. Este accionar espanta al conductor-turista.

Y para complementar, el manejo de las motos es casi siempre entre dos carriles. No pueden estar en un carril más de diez segundos y utilizan el pequeño espacio que puede existir entre dos vehículos para meterse por ahí. A veces nos jactamos y decimos que el que maneja en Guayaquil maneja en cualquier parte del mundo, pero no es así, los pasarían citando en cada esquina. Ya es hora de suspender las licencias a los conductores que tienen como hábito ser imprudentes para manejar. (O)

Gunnar Lundh Iturralde, licenciado en Periodismo, Guayaquil