Paola Fernanda Andrade Arellano*

Alzo la voz por un tema vital para las mujeres y también para los hombres.
 Cuando estaba organizando una campaña contra la delincuencia llegó a mis manos una investigación que señalaba a la violencia doméstica y sexual como una de las causas de la inseguridad. 
Las abrumadoras cifras desataron en mí un secreto guardado bajo tres llaves: las del dolor, la vergüenza y el silencio.

Según estadísticas mundiales del CDC1, 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 6 niños son víctimas de abuso sexual antes de cumplir 18 años, en el 93% de los casos por un familiar cercano o una persona de confianza: “un enemigo conocido”. Sin embargo, estas cifras no reflejan la real “epidemia” de Ecuador, donde solo entre 6 y 12% de los casos se denuncian, y esto, cuando la víctima sufre daños irreversibles imposibles de ocultar.

Pensemos en 4 niñas que amamos y escojamos una para sacrificar. Eso es lo que estamos haciendo con aproximadamente 677.454 ecuatorianas y ecuatorianos menores de edad, que sufrirán abusos si seguimos callados. ¿Vamos a sentarnos a esperar una generación más, marcada con cicatrices imposibles de borrar? Yo no puedo ni voy a hacerlo. Yo soy esa 1 de cada 4 niñas. Mi esposo 
Ricardo es ese 1 de cada 6 niños.
 Hemos vivido toda una vida enfrentando las secuelas de dolor, pensando que éramos parias. Hoy sabemos que somos aproximadamente 2’609.876 sobrevivientes adultos de abuso sexual en Ecuador y un total de 150 millones de mujeres y 73 millones de hombres a nivel mundial según la Organización Mundial de la Salud. No estamos solos y eso es horroroso.

El abuso sexual nace de un desbalance de poder en la base misma de la sociedad y ataca a su corazón: la familia. El patriarcado y la filosofía de sufrir en silencio se han encargado de quitarnos la voz y el poder de decir No. El secreto es la condición ideal para que exista el abuso sexual infantil y para que se perpetúe. Romper el silencio y decirle No al sufrimiento es una posición ética que defendemos.

Si fuera un extraño quien se llevó nuestra inocencia, nuestros padres lo habrían denunciado y encarcelado. Como es un miembro “amado” de la familia, ellos esperan que nosotros nos callemos y vivamos la vida como si nada. El abuso sexual sufrido en la niñez, especialmente el vivido en nuestros hogares, es como una “huella perpetua imposible de negar.

Conocer la magnitud del problema nos obligó a prepararnos para crear un camino que rompa el silencio en Ecuador. Los últimos meses hemos venido construyendo alianzas para sacar a la luz el proyecto. Cada reunión que debía ser para levantar fondos, reclutar embajadores de la campaña, facilitadores o difusión, se ha convertido en encuentros con sobrevivientes. Hemos escuchado historias de padres, hermanos, primos, tíos, padrastros y toda una legión de pederastas impunes.
 También de médicos que manosearon a generaciones de mujeres universitarias en Guayaquil. Psicólogos, maestros, sacerdotes y vecinos. Todas y todos lo sabían y nadie dijo nada. Mujeres y hombres adormecidos por un silencio que paraliza y que permite al abusador seguir buscando víctimas. En un 88% de los casos, el perpetrador jamás será denunciado, juzgado o condenado, llegando a abusar de aproximadamente 168 víctimas más. Hay que romper ese silencio que defiende sistemáticamente la pedofilia.

Estamos aquí por la niña, niño y adolescente que no tiene voz, que no tiene poder.
 También damos la cara por esos millones de sobrevivientes que no han tenido la capacidad de hablar y si lo han hecho, se los ha traicionado y silenciado. Jamás se les ha reconocido el horror de lo vivido y en un 73% sus propias familias les han dado la espalda. ¿Por qué? Porque señalan a un enemigo conocido y eso duele, incomoda y genera pugnas de intereses. Si fuera un extraño quien se llevó nuestra inocencia, nuestros padres lo habrían denunciado y encarcelado. Como es un miembro “amado” de la familia, ellos esperan que nosotros nos callemos y vivamos la vida como si nada. El abuso sexual sufrido en la niñez, especialmente el vivido en nuestros hogares, es como una “huella perpetua imposible de negar”.

No traemos ante ustedes buenas intenciones. Tenemos cuatro proyectos para romper el silencio y el ciclo del abuso desde varios enfoques:
 El jurídico, con la reforma a la ley que obligue a las escuelas a dar educación para proteger la pureza de nuestros niños desde prekínder a quinto grado; 
el humano, con la creación nacional de grupos de autoayuda que permitan sanar a varias generaciones de sobrevivientes
; el comunicacional con una campaña que dicta No Más Excusas. No Más Silencio. No Más Abuso; y la producción de tres documentales que recojan la memoria perdida en “una endemia” que se esparce con el silencio cómplice de todos.

Pido a las mujeres y hombres valientes, a las organizaciones y empresas socialmente responsables que den un paso al frente. Especialmente a aquellas mujeres y hombres sobrevivientes de abuso sexual en su infancia, que se aseguren de que a ninguna otra niña, niño o adolescente se les falle como se nos falló a nosotros.

Rompamos el silencio: ¡Ecuador dice no más!

* Directora de la campaña No Más. (O)