Segundo acto: ¿por qué sí prohibirla?

No podemos darnos por satisfechos con nuestras opiniones si no hemos procurado primero comprender cómo piensan las distintas partes en una polémica. Es por ello que a mi columna pasada donde argumento por qué no debería prohibirse la burka en Alemania, sigue ahora una reflexión sobre las razones a favor de dicha prohibición. ¿En qué se basa el discurso de quienes están a favor de vedar la burka y la nikab en Alemania, siguiendo el ejemplo de Bélgica, Francia y Holanda, entre otros? (No vayan a creer que solo un puñado de xenófobos defiende esta postura).

De los horrores de los regímenes totalitarios hemos aprendido que la “libertad”, “igualdad” y “felicidad” impuestas “por amor” y obligatorias resultan siempre en un infierno de violación a las libertades individuales: denunciantes, persecución, castigos y torturas, control de la privacidad. De este tipo de dictaduras hemos conocido ya versiones más o menos radicales, desde el estalinismo hasta la República “Democrática” Alemana o los pseudosocialismos latinoamericanos que pretenden adoctrinarle a uno para que viva bien, sea amigo del pueblo y defienda los “valores” de revoluciones que dejan como legado economías destrozadas y rebaños de resentidos sociales.

¿Por qué justamente en una Alemania consciente de su pasado se está considerando regular coercitivamente el vestuario femenino, prohibiendo el uso de burka y nikab en algunos espacios públicos? Si en Alemania una mujer se decide (porque está prohibido por ley obligarla) a llevar la burka, ¿debemos exigirle adaptarse al estilo de vida ideal occidental de la mujer “feliz y libre” que muestra el rostro en público? Quienes consideran que sí se debería reglamentar el uso de estas prendas lo hacen desde el siguiente punto de vista: no se trata de salvarlas de su derecho a vivir a la sombra del fundamentalismo religioso, de un culto al macho que borra a la mujer de la sociedad. Cada mujer en Alemania puede dejarse oprimir a su gusto por distintos tipos de estructuras patriarcales, o no. Liberar a la mujer de la prisión del velo facial sería difícil de justificar, pues aquí cada uno tiene el derecho de ser feliz o infeliz a su manera. La prohibición no apunta a coartar ninguna libertad “individual”. El fundamento de la prohibición es el enorme valor simbólico de la burka y la nikab llevadas por al menos seis mil quinientas mujeres en Alemania. Estas prendas no se consideran símbolos religiosos y su uso no se contempla como una forma de ejercer la libertad de expresión y de culto.

En este mundo dominado por la velocidad y la fugacidad de la comunicación y la información, en este mundo de opinadores furiosos y apasionados de las redes sociales, es urgente considerar una estrategia ética y responsable a la hora de opinar.

Histórica y geográficamente, la costumbre de llevar la nikab proviene de los beduinos de Arabia, que se cubrían el rostro (hombres y mujeres) para protegerse de la violencia del viento. En el Corán ni se menciona ni se prescribe, según los estudiosos. En el Imperio Otomano estaba de moda en Constantinopla entre las mujeres del harén. Fue en el siglo XIX cuando se difundió su uso en Oriente Medio y Cercano, y lo llevaban tanto cristianas como musulmanas de clases altas para distanciarse de la vida de las calles. Con el inicio del siglo XX se fue olvidando su uso y fue en los años 70 con el boom petrolero en Arabia Saudita que las mujeres volvieron a ocultarse bajo la nikab, ya sin distinción de clase social. Esta costumbre causó indignación en el Egipto secular. Tanto la nikab como la burka han sido fuertemente criticadas por el Islam moderado porque perjudican la imagen de su religión y no reflejan su verdadero espíritu.  Desde esta perspectiva, llevar burka no es un acto de libertad de culto sino señal de pertenencia a la rama más radical del islam, aquella que está atentando contra la propia paz y supervivencia de esta religión.

La burka y la nikab se consideran armas ideológicas y políticas de salafistas, talibanes y miembros del autodenominado Estado Islámico, radicales que procuran con ello reprimir la participación pública de las mujeres en la vida social en Europa, manteniéndolas así en la ignorancia, alejadas de la educación. Perpetúan de esta manera su poder sobre su gente, aunque hayan escapado ya de los territorios que controlan y donde imponen su sadismo. En los países donde la burka es obligatoria, se castiga con azotes a quien no lo lleva. Nikab y burka no son símbolos de piedad religiosa sino de fanatismo político y de apartheid entre géneros. Quien cree que protegiendo en nombre de la Constitución la libertad de expresión y de culto de quienes llevan burka y quienes obligan a llevarla está protegiendo involuntariamente un fundamentalismo que rechaza los valores de la sociedad europea. Leyes creadas para una sociedad más libre y equitativa deben adaptarse cuando entran en contacto con una cultura de privación de la libertad y de desprecio a la mujer. El hecho innegable de que uno tenga el derecho de pasar su vida tras una prisión de tela no debe pesar más que el derecho de una sociedad libre que puede decidir cuánto fanatismo retrógrado está dispuesta a tolerar. Esta es, pacientes lectoras y lectores, en resumen, la postura de quienes abogan por la prohibición de la burka y la nikab en Alemania, siguiendo el ejemplo de otros países europeos.

Reflexionemos evitando las simplificaciones, con suficiente información entre manos. En este mundo dominado por la velocidad y la fugacidad de la comunicación y la información, en este mundo de opinadores furiosos y apasionados de las redes sociales, es urgente considerar una estrategia ética y responsable a la hora de opinar: ¿por qué no tomarnos al menos un par de horas de investigación y reflexión antes de seguir atiborrando las redes con nuestras opiniones hechas a la ligera y basadas en datos incompletos? No renunciemos al derecho de expresar nuestro criterio pero asumamos la responsabilidad que ello implica, también la responsabilidad de equivocarnos y rectificar. (O)