Todos en algún momento vivimos situaciones en las cuales personas cercanas a nuestros afectos se encuentran frente a la inminencia de la muerte y son asistidas médica y clínicamente. En esas circunstancias de dolor y pérdida, el amor y los sentimientos de solidaridad y comunión con el enfermo terminal nos pueden llevar a sentir y pensar que se deben emplear esfuerzos médicos extraordinarios, pese a que conocemos que la enfermedad es incontrolable y que esas acciones solamente la prolongan en su precariedad mortal, con gran sufrimiento del paciente y de su familia. Los médicos en esas circunstancias están obligados a cuidar al enfermo y a dialogar con su familia para orientar sus decisiones frente al tratamiento que debe recibir, evitando incurrir en prácticas de ensañamiento terapéutico o aplicación de tratamientos inútiles o extremadamente molestos o costosos frente al resultado esperado, prácticas que en ciertos casos también pueden responder a inconfesables motivaciones de lucro económico para obtener provecho del sufrimiento físico y moral de los enfermos y de su entorno.

El encarnizamiento terapéutico tiene que ver con la enfermedad, la asistencia médica, los sistemas de aseguramiento de la salud, la muerte, y debe ser analizado en el escenario amplio de la cultura de cada sociedad y en los específicos de las formas de pensar individuales y familiares. Otros grandes conceptos forman parte también del debate bioético: vientre de alquiler, eutanasia, investigación en seres humanos, consentimiento informado, derecho a la privacidad y a la intimidad, manipulación genética, eugenesia, control de la natalidad, aborto, fecundación asistida, donación de embriones, elección de sexo, clonación. La deliberación bioética sobre estos aspectos debe considerar siempre criterios jurídicos, sociales, culturales y científicos que forman parte de los espacios en los cuales se presentan cada una de esas específicas situaciones relacionadas con lo orgánico, con la vida.

En el país la historia de la bioética involucra a ciudadanos, profesionales e instituciones que desde la pluralidad de sus diferentes enfoques y el común interés por hacer el bien han generado una serie de iniciativas que alcanzaron en el 2003 un importante nivel de cohesión institucional con la conformación legal de la Sociedad Ecuatoriana de Bioética (SEB) y, más tarde, en el 2013, con la constitución de la Comisión Nacional de Bioética en Salud (CNBS). La vigencia de los derechos humanos, el vértigo autónomo y autosuficiente del desarrollo científico y tecnológico, la sostenibilidad de la especie humana y del medio ambiente, la investigación biológica y en seres humanos, la delicada y sutil relación médico-paciente, entre otros aspectos, son tratados en estos espacios que por supuesto no son los únicos, pues existen otros procesos institucionales en universidades y entidades privadas y públicas relacionados con esta temática.

La Red Latinoamericana y del Caribe de Bioética de la Unesco, que tiene sus oficinas en la ciudad de Montevideo, en Uruguay, mantiene estrechas relaciones de trabajo con las instituciones ecuatorianas mencionadas. En ese marco de cooperación, en las próximas semanas se concretará la firma de un memorándum de entendimiento de esta red con una de las importantes universidades nacionales para implementar programas y cursos de formación en bioética. ¡Una buena noticia! (O)