Dilma Rousseff, primera presidenta de Brasil, con una interesante carrera política que incluye su lucha contra la dictadura militar de los años 70, por lo que fue encarcelada y torturada, fue destituida ayer por el Senado de su país. Estaba en su segundo periodo ya que resultó reelegida con el 51% de los votos. Se la acusa de manipular las cuentas públicas para asegurar su reelección.

Ella se ha defendido indicando que usaron las mismas prácticas de contabilidad de gobiernos anteriores y que se trata de un golpe de Estado disfrazado por quienes se oponen a las medidas populares que ella y el Partido de los Trabajadores vienen adoptando.

Esto ocurre cuando Brasil está sacudido por una investigación de sobornos en la petrolera estatal Petrobras, por la que ya han ido a la cárcel políticos y empresarios y en la que están involucrados muchos de los legisladores que han votado por la destitución. La ahora expresidenta dijo que ella se negó a parar la investigación.

En todo caso, el proceso ha tenido expectante al país y paralizadas muchas decisiones que influyen en la economía. El hecho político lo juzgará la historia, la realidad económica y ética la siente hoy el pueblo brasileño que necesita, como todos, transparencia y honestidad en el manejo de lo público. (O)