Cuando toda la batería de la racionalidad se ha expuesto de la manera más realista posible y un gobierno se empeña en negarla y se sostiene por la simple razón de que el poder no debe perderlo, estamos ante un hecho en el que el miedo no es de los que padecen sus malas acciones sino de los mismos gobernantes que saben lo que les espera.

La tragedia griega es clave para entender eso. En la primera parte, todos saben que van a morir; en la segunda, nadie quiere morir; y en la tercera, todos hacen algo para morir. Es implacable el sino de la historia y la racionalidad trágica se ha probado una y otra vez de manera absoluta. Maduro no logra entender su realidad, ella le ha desbordado y solo participa del final con un miedo atroz acerca de su futuro personal. Sabe muy bien el final y no le importan para nada las consecuencias sobre su pueblo. Hambreado, humillado, encarcelado... pero sobreviviente. Ese mismo conjunto de personas que es víctima de un mal gobierno y que este cree que tiene miedo, en realidad ha superado ese umbral y en la sobrevivencia tiene un coraje único que supera cualquier temor.

Es cuestión de dejar los pretextos. Es la hora de entender las razones que han llevado a varios gobernantes a llenarse la boca de pueblo para hundirlo posteriormente en el hambre y la desolación. No es suficiente con encarcelar a sus líderes, mientras la realidad los desborda.

Los encarcelados son los que ostentan cargos y poderes circunstanciales. Ellos están tras los barrotes y el pueblo mira el miedo que tienen para rechazar el referéndum revocatorio y el resultado adverso que devendrá del mismo. Los gobernantes creen que son eternos mientras tienen el poder. Se dan cuenta de su carácter efímero cuando la realidad los ha desbordado. En ese momento solo el miedo transformado en una máquina del terror sobrepasa toda lógica racional. Tonto el gobernante que cree que eso es suficiente. Cuando se acabaron los “enemigos de afuera” solo quedan los demonios de adentro contra los cuales libran feroces batallas dominadas por el miedo.

La comunidad internacional que miraba de soslayo estos problemas, cuando le toca ingresar en el terreno lo hace sin autocrítica. Cuesta no estar de acuerdo con el secretario general de la OEA, el uruguayo Almagro, en su carta a Leopoldo López pero sin capacidad de reconocer sus errores cuando era canciller de Mujica, y así queda poco margen para creer en sus afirmaciones. Si lo fue por temor u oportunista cuando metió a Venezuela por la ventana del Mercosur y expulsó a Paraguay por la puerta grande, es poco el margen que queda para creer en sus verdaderas intenciones. Nos debe decir por qué cambio o por qué antes estuvo equivocado. El cinismo no tiene lugar en la historia y menos en el recuerdo de los verdaderos sostenedores del Estado de derecho.

Es cuestión de dejar los pretextos. Es la hora de entender las razones que han llevado a varios gobernantes a llenarse la boca de pueblo para hundirlo posteriormente en el hambre y la desolación. No es suficiente con encarcelar a sus líderes mientras la realidad los desborda.

Los que tiemblan no son los que padecen... son los gobernantes que saben lo que les espera. El futuro de ellos es hoy.(O)