Corrupción: el caso Álex Bravo, el caso de los terrenos del Issfa. Hay un axioma: con tanto dinero que ha circulado, con las comisiones que se reciben y son práctica usual, con el afán depredador del Estado que tenemos los ciudadanos, de enriquecimiento a costilla del Estado, de privatización de lo público, y que en este gobierno no ha sido una excepción, a pesar de su cantaleta sobre lo público, sin controles y contrapoderes, eso es muy complejo. Solo pensemos en los contratos de El Aromo, por 1.200 millones de dólares; en las hidroeléctricas, donde se han manejado presupuestos inmensos; en las carreteras; en Yachay. Y ahora se vienen las privatizaciones del Banco del Pacífico, de Sopladora y de los canales incautados. Dinero, mucho dinero, manejado por seudorrevolucionarios. Los derroches imperdonables, inaceptables, del berrinchoso y malcriado Ricardo Patiño, tan bien documentados por el excanciller Francisco Carrión. ¿Tampoco de eso hay que preguntarle al poderoso Patiño? En Argentina, la transición hacia Macri ha mostrado casos espantosos, como en Brasil. La izquierda pone el grito en el cielo: el desprestigio proveniente de la derecha, campaña ideológica. Nuevamente, los malos contra los buenos. La izquierda no entiende el poder aunque lo haya experimentado, cree que en sus manos es bueno, invariablemente. Pero hay axiomas que se cumplen en regímenes medianamente democráticos: el tiempo largo en el gobierno –Venezuela es ya la vulgaridad más asquerosa–, la cantidad de recursos que han pasado por sus manos en este periodo y el control sobre las instituciones del régimen político para imponer el juego de las instituciones –¿verdad contralor y señor fiscal?–, hegemonías que no permitieron que operase la independencia de poderes. Siempre mirando hacia otros lugares.

Los resentimientos, los odios fruto de años de polarizaciones, de dividirnos en buenos y malos, en revolucionarios y contrarrevolucionarios, patriotas y antipatriotas, limpios y sucios, mediocres e inteligentes, de rechazar siempre el consenso de apostar –como se hizo desde mayo del 2015– en el conflicto, de asociar democracia solo con conflicto y antagonismo, por ser discípulos malos del finado Ernesto Laclau. Las heridas que deja esta revolución ciudadana, con dirigentes sociales enjuiciados y encarcelados, organizaciones como la UNE suprimidas, la captura injusta del fondo de la UNE –que estaba bien manejado–, las acusaciones de toda índole.

De cómo manejemos las pasiones alrededor de estos temas dependerán la transición y la futura convivencia entre ecuatorianos. (O)