Son masas enormes de hielo que derivan por los océanos. Solo se les ve la punta, la mayor parte está sumergida. Es la imagen que usó alguien para comentar la brillantez de un conferencista. ¡Cuánto más conocimientos tiene esa persona lo podemos intuir en el breve lapso de una conferencia! Pienso lo mismo cuando leo en la prensa nacional algunas reflexiones de León Roldós, Alberto Dahik, Walter Spurrier, Mauricio Pozo, Abelardo Pachano. Casi todos tienen la experiencia de haber gobernado y lo hicieron bien, con honradez y amor a la patria. Admiro su sapiencia y me pregunto si estas y otras personas podrían reflexionar unidos para diseñar un plan de gobierno en lo económico que sirva al próximo gobierno. Ante el fracaso del modelo actual, se impone un cambio radical que haga más eficiente el sistema productivo. Ahora poco caso les hacen. Es un caso grave de contumacia.

Uno de los más grandes estadistas del siglo pasado, F. D. Roosevelt nunca se atrevió solo a la tarea de sacar a su país de la crisis de los años treinta. Confiaba en un Brain Trust compuesto por grandes economistas y conocedores. Lo acusaban de seguir las ideas de J. M. Keynes, pero resolvió la crisis y con los aliados pudo vencer a los nazis en la Segunda Guerra Mundial. El estadista busca apoyo porque sabe que no puede hacerlo todo y uno de nuestros problemas es que quien gobierna se cree omnisciente.

Los diagnósticos casi están hechos. Sufriremos mucho cuando se tomen las medidas aconsejadas de reducir la burocracia y el gasto público, paliar los efectos negativos de los cambiantes precios del petróleo; posiblemente deberán mantener el IVA en el 14%, pero una actitud positiva para atraer inversión extranjera podrá ser uno de los ejes del nuevo gobierno. El Ecuador no produce suficiente riqueza y necesita del ahorro extranjero. Tiene que pagar intereses, pero no usurarios. Todo esto lo dirán los expertos.

Me atrevo a escribir lo anterior a riesgo de clamar en el desierto. Las reformas políticas también necesitarán una mano fuerte y segura que desmonte la perversa estructura que ha herido la democracia, la división de poderes, la independencia del Parlamento y de los jueces. No queremos un presidente que lo sea de todas las funciones del Estado. Eso es un dictador. No queremos un gobernante que humille a la fuerza pública, que tenga ministros tan poseídos de sí mismos que se atrevan a hacer callar a generales. Queremos un presidente que nos respete y no se burle de nosotros, que sea grato con los militares y policías que arriesgan su vida para que nosotros podamos producir y vivir en paz. Antes de que se inicie formalmente la campaña electoral, será bueno que los candidatos digan sus planes concretos.

¿Será posible que alguno de los expresidentes convoque y pida a los mencionados patriotas que elaboren un plan económico y financiero para salir de la crisis (que la soberbia niega) y reconstruir nuestro sistema productivo? Felizmente, luego de nueve meses tendremos otro presidente y al “contigo siempre” podamos contestar: “sintigo mejor”. (O)