El Gobierno ha emprendido un plan de concesiones a empresas privadas, para invertir en infraestructura ante la falta de recursos propios, que son presentadas como una novedosa forma de desarrollo. Se trata de puertos: Bolívar (grupo turco), Posorja (catarí), Manta y Esmeraldas (no conozco los partícipes), y vías: a Huaquillas (grupo colombiano), entre Guayas y El Oro, y Santo Domingo-Esmeraldas (tampoco conozco los escogidos).

Primero: esto rompe con la visión tantas veces defendida de que no es sano dar a los privados actividades que deben estar en manos estatales. Como en tantos temas, el Gobierno siempre descartó de manera tajante lo que muchos proponían: para qué usar recursos de la colectividad cuando hay privados que pueden hacerlo, con ejemplos como metro, carreteras, hidroeléctricas. Supuestamente esos planteamientos solo defendían intereses particulares para seguirse enriqueciendo. Incluso en ciertas carreteras, se retiraron las concesiones privadas.

Segundo: no hay nada novedoso. Ejemplo, desde la Prefectura en 1993, Federico Pérez impulsó la concesión de la ampliación y mantenimiento de la vía Quito-Valle de los Chillos. Después se concesionaron la Panamericana Norte y las principales carreteras en Guayas. El OCP (el nuevo oleoducto) no es una concesión similar, pero lo es porque la obra vuelve a propiedad del Estado en los próximos años. Hay varios ejemplos. El Gobierno solo ha desenterrado algo vilipendiado durante años.

Tercero: las concesiones son solo una forma parcial de participación privada, porque se dejan de lado la libertad de elegir, la competencia y en muchos casos la toma de riesgos. Solo es una alternativa segunda a dejar que el mercado tome esas decisiones. Como señala Juan Fernando Carpio: “Debido a que hay rivalidad –dentro de parámetros elegidos gubernamentalmente– se cree que eso ‘es como’ la competencia empresarial en el mundo real. Pero no. El cliente y el usuario se divorcian en una concesión. El usuario será el ciudadano que requiera esos servicios, mientras que habrá un mono-cliente que aducirá razones tecnocráticas sobre su capacidad de velar por los intereses de los usuarios mejor que ellos mismos. Pero en la práctica, la libertad de elegir de los usuarios quedará conculcada… Se viola el derecho a elegir y ser elegido por otros ciudadanos como proveedor de servicios… Mercado es cuando, a cuenta y riesgo propios, un proveedor depende del cliente-usuario a través de compras/pagos repetidos para existir y prosperar… Un segundo mito tiene que ver con la idea de que el sector privado es el reino de la eficiencia y el gubernamental, de la misión social. En realidad el sector privado es el sector voluntario. Su superioridad es ética antes que técnica. Y técnicamente ‘sector privado’ significa muy poco si su nivel de regulaciones le vuelve un campo de privilegios… y a la vez genera incentivos corruptos al crear castas de proveedores al gobierno…”.

Es, pues, muy importante saber qué condiciones subyacen a estas concesiones, porque fácilmente se convierten en un juego de amistades (¿la compañía turca como señala León Roldós en reciente artículo?), en obras sobredimensionadas con costos excesivos o en jugosos negocios protegidos y de bajísimo riesgo …¿conocemos las condiciones pactadas?, ¿otro secreto como el endeudamiento externo? (O)