Hay excepciones pero, en general, en la época que precede a las elecciones se habla mucho. ¿Quién habla y de qué se habla? Ese es el asunto principal.

Hablan ellos, mucho, todo el tiempo, sin perder oportunidad. Dicen que saben lo que es bueno para el país, que lucharán contra la corrupción, que su enemigo mayor es la pobreza, que hay que respetar los derechos humanos, que hay que robustecer la democracia. Que los otros están equivocados, que empobrecerán más al país, que son o están rodeados de corruptos, que defienden los intereses de los ricos, que para ellos democracia y derechos humanos son palabras.

Se trata, claro, de disminuir al otro y provocar una respuesta airada que mantenga la atención de los demás, de los que deben oír las verdades, conocer quiénes son los que realmente saben lo que pasa en el país y lo que hay que cambiar.

Más adelante, ellos siguen hablando, exponen partes de lo que llaman su plan. Insisten en lo de disminuir la pobreza y aumentar el empleo, proponen mejorar la educación, por supuesto no falta el tema impuestos, ni el desarrollo agrícola. Reafirman que su interés es que vivamos mejor, que ellos saben cómo deben ser las escuelas y universidades, que saben cómo desarrollar el turismo, que están listos para lograr que crezca el poder adquisitivo de los ciudadanos, que conocen el país y que hasta pueden decirnos qué tipo de fogón debemos usar para cocer nuestros alimentos y qué días y a qué horas podemos tomarnos un vinito.

Hablan entre ellos, se contestan entre sí, se nota que se expresan de acuerdo con las encuestas y que se preocupan si su ubicación en ellas no es buena.

No es raro, en época cercana a las elecciones, hablan los políticos, tienen que hablar es lo que pensamos y esperamos, pero escuchándolos se me ocurre preguntar: ¿y cuándo hablamos nosotros para que ellos nos escuchen? ¿No sería bueno que los ciudadanos podamos expresar nuestras necesidades y sugerir las soluciones?, ¿que podamos decir el tipo de ciudadano que queremos que nos gobierne?, ¿que los campesinos puedan decir el tipo de ayuda que necesitan?, ¿que los padres puedan plantear el tipo de escuela que quieren?, ¿que los industriales puedan decir qué necesitan para producir más y generar más empleo?, ¿que los médicos puedan plantear la legislación y las normas que se requieren para garantizar a todos una atención de salud adecuada?

Estamos a tiempo, entendamos que un periodo preelectoral es momento para hablar de nosotros, de los que construimos el país en el trabajo diario, para exigir ser escuchados. Es cierto que los políticos tienen acceso a los medios de comunicación y dinero para planificar su soliloquio técnicamente, pero no es imposible si universidades, sindicatos, asociaciones, cámaras, colegios profesionales se proponen hacer oír su voz y lograr que en estos meses se oigan nuestras voces. Si ellos escucharán, no lo sabemos, pero al menos habremos logrado ir cambiando la idea de que solo ellos tienen la palabra para ofrecernos el porvenir. (O)