Hay una larga tradición en el Paraguay que todavía sigue en la imaginación de su gente: el dinero enterrado. Este país sudamericano enfrentó una guerra contra tres países durante 5 años (1865 a 1870) y mucha gente tuvo que huir de sus casas enterrando sus bienes en oro y plata. Hoy, a más de 150 años del final de esa guerra, no es infrecuente observar a muchos que siguen cavando buscando el tesoro enterrado. Esta introducción viene a cuento con lo que acontece en Argentina, donde afirman que hay mucho dinero enterrado en la provincia de Santa Cruz de donde son originarios los Kirchner, que gobernaron el país por tres periodos continuados.

La metáfora de la plata encerrada simboliza en ese caso el nivel de corrupción que rodeó al Gobierno y del que se tuvo ya un adelanto escandaloso con la aprehensión del secretario de obras públicas en el momento de la entrega del dinero a un convento de monjas. La cifra: cercana a los 10 millones de dólares. Ahora están todos bajo investigación... incluidas las religiosas. Las dificultades de esconder las sumas robadas en bancos internacionales ha llevado a “ingeniosas” fórmulas que eviten los controles, pero parece que no los escándalos. Suiza ha dejado de ser segura y los paraísos fiscales están bajo la lupa. El escándalo de los Panama Papers muestra el nivel de control que ejercitan varios países sobre sitios y empresas que se usan para lavar fortunas provenientes de naciones cuyos gobiernos de derecha o de izquierda desean guardar “para después” los millones que han empobrecido en el robo a varias generaciones de sus países.

El escándalo de los Panama Papers muestra el nivel de control que ejercitan varios países sobre sitios y empresas que se usan para lavar fortunas provenientes de naciones cuyos gobiernos de derecha o de izquierda desean guardar “para después” los millones que han empobrecido en el robo a varias generaciones de sus países.

No está mal que los bancos norteamericanos pregunten ahora a los depositantes si son funcionarios públicos o no, e incluso que pidan el cierre de sus cuentas cuando se comprueba que tienen altos cargos en un gobierno determinado. Cada vez será mas difícil e inseguro guardar para después. Los controles se han vuelto más complejos y la corrupción tiene un margen menor que solo queda hacerse de una buena pala o alguna congregación religiosa amiga interesada en “lavar” los activos para ahora, pero con cargo para el fin de los días del corrupto de ocasión. Nada tampoco hace presumir que estarán indemnes de la burla ciudadana aunque eso en realidad muy poco les pueda afectar. Si no tuvieron límites para perpetrar el asalto a las arcas públicas, ¿por qué tendrían temores de la reacción ciudadana?

Si hace 500 años Lutero preguntó de manera cándida si era “moral vender indulgencias” y desató un terremoto de alcance mundial dando paso a la edad moderna, hoy el robo descarado y la búsqueda de espacios donde guardar el dinero nos muestran el escandaloso procedimiento de varios gobiernos que se llenaban la boca de pueblo y los bolsillos de dólares. Esos que hablaban de “imperio” y “conspiraciones” de verdad usaban todo como cortina de humo, mientras repartían migajas a un pueblo que debía cruzar fronteras para comprarse lo básico para sobrevivir.

Hoy solo les queda enterrar donde quepan y por el tiempo que puedan. Lo de la plata enterrada es cruel metáfora. (O)