El ser humano desde que se tiene certeza de su presencia en el planeta ha sido nómada, no por su propia voluntad sino por la necesidad de satisfacer requisitos básicos para su subsistencia y también, en ocasiones, aspirando libertad y justicia.

Lo expresado ha facilitado la integración humana aunque esta conlleve falencias, peligros y hasta la muerte para los que lo intentaron, es decir, con voluntad pero forzados.

Igualmente, ha habido las innumerables invasiones y conquistas en el afán incansable de un guerrero, un líder que busca alcanzar logros para sí, justificándolos como “interés nacional” aunque luego fuera perjudicial para su pueblo, resultando una integración forzada y no voluntaria para los pueblos conquistados que han vivido la vulneración a ideales de mejores días.

Ante este caos pretérito y pretendiendo abolir vestigios milenarios se ha apelado al Derecho como fuente inagotable de expresión y manifestación para establecer vías de paz, concordia, progreso, dignidad para la vida humana, a fin de superar tiempos de barbarie; y hoy con el florecimiento de nuevas visiones se ha tratado de proclamar y hacer constar en leyes internacionales el respeto hacia los refugiados-migrantes en tantos y cuantos convenios vigentes de los derechos humanos firmados y aceptados por los países acreditados ante un organismo de ámbito universal como lo es las Naciones Unidas.

La amplitud del actual proceso de globalización no se ha limitado a lo económico y cultural, sino ha rebasado circunstancias nunca antes pensadas y al momento se observa la presencia de millones de ciudadanos buscando refugio por problemas en sus países: políticos, religiosos, sociales o económicos, derivando a otros miramientos: terrorismo, caos ambiental, alimentario, laboral, proliferación de enfermedades por el hacinamiento humano delimitado donde no existen mayormente condiciones indispensables de vida sostenible.

Para casos particulares de países, que habiendo aceptado la legislación internacional e intentan internalizarla, deberían tener en cuenta estos antecedentes para pretender hacer válida la “ciudadanía universal”.

Legislar sin consideraciones a realidades sociales, para el caso de esta temática vasta y complicada es alejarse de los cimientos inmutables y justificativos de lo que exige una ley para ser promulgada adicionando otros requisitos mínimos para su vigencia, caso contrario se vuelve irreal e incumplida por sus autoridades. Redactar una ley no debe ser labor de cualquiera que pretenda hacerlo, sino de expertos interdisciplinarios. (O)

Regina Zambrano Reina, abogada, Guayaquil