Donald Trump ha sufrido una ostensible falta de apoyo –y no solo eso sino una acerba crítica– por parte de algunos destacados miembros de su propio partido, del que es nada menos que candidato presidencial, por su evidente carencia de “conocimientos básicos para gobernar”. Esos políticos estadounidenses, varios de ellos ex altos cargos en anteriores gobiernos republicanos, creen que Trump pone en peligro tanto el bienestar de la nación como su seguridad nacional.

Los medios informativos dicen que las críticas no deben entenderse como un apoyo explícito a la candidatura de la demócrata Clinton, pero reconocen que en su concepto le faltan a Trump “valores y experiencia” ante los desafíos diplomáticos y pragmáticos de la política exterior de su país.

Parece que Estados Unidos, periódicamente, se deja seducir por los populismos como ocurre ahora con un buen sector de su población y como sucedió hace pocos años con Reagan, pero a eso conduce la falta de interés mayoritario de la población por los temas políticos. El populismo nace y se cultiva en todas partes, en todos los climas, latitudes y épocas, como lo prueban múltiples ejemplos latinoamericanos, asiáticos y africanos, así como europeos de viejo cuño que causaron gran daño a la humanidad, pero en Estados Unidos no ha sido usual que prenda la brecha populista y xenófoba por el mosaico de razas, creencias y orígenes que han formado la gran nación norteamericana.

En la orilla opuesta de Trump está Hillary Clinton, una persona que según muchos analistas no emociona, pero que en varios aspectos es la antítesis de su rival, no solo por la obviedad de ser mujer sino porque la catalogan como competente con profusa experiencia política, adquirida como una activa primera dama, como senadora, como secretaria de Estado con importante roce internacional.

La campaña de Trump ha estado cargada de hechos negativos sorprendentes, declaraciones irreflexivas o salidas de tono con una marcada islamofobia. La suya y la de sus partidarios se puede catalogar como una lucha entre los estadounidenses blancos poco cultivados culturalmente pero con dinero y muy conservadores, contra la Norteamérica diversa, una mezcla de ciudadanos de todas las vertientes y colores, con mente más abierta a las nuevas corrientes y a la pacífica convivencia humana.

La última perla de Trump es haber afirmado hace tres días textualmente que “si ella (Clinton) tiene la posibilidad de elegir sus jueces, no hay nada que podáis hacer, chicos. Aunque con la Segunda Enmienda quizá haya una solución, no lo sé.” Los analistas dicen que ha dado a entender que únicamente los defensores de la tenencia de armas pueden parar a su adversaria, lo que significa una llamada a la violencia. (Les recuerdo que la Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos es la que sirve de sostén jurídico al porte de armas indiscriminado de los ciudadanos en ese país).

El prestigioso New York Times pronostica que Hillary Clinton tiene un 85% de posibilidades de ganar en noviembre. Y sin ser augur yo decía hace varias semanas que lo mejor que le hubiera podido ocurrir a los demócratas es que su contendiente en las elecciones sea Trump, un candidato que se autodestruye.

(O)