Así consideraron y desestimaron –a priori– al club Independiente del Valle algunos futbolistas y comentaristas argentinos de Fox Sports, evidenciando la misma mentalidad sobradora con la que hace medio siglo nos ganaban en nuestra casa, con solo ponerse la camiseta y pisar la cancha. En este momento, desconcertados y tan centrados en sí mismos como siempre, solo atinan a informar de la depresión que Carlitos Tévez y Juan Román Riquelme padecen por quedar al margen de la gran final continental. Quizás podrían “ir a lo del analista”, como se usa en Buenos Aires en estos casos. Mientras tanto, los ecuatorianos tampoco salimos de nuestro asombro, orgullo y satisfacción, porque la campaña del IDV trasciende lo meramente deportivo. Quizás estamos ante “el fenómeno IDV”.

Primero, el fenómeno IDV ilustra el valor de la verdadera institucionalización en nuestra vida social, porque ese es el fundamento que explica el éxito deportivo, popular y económico del equipo de Sangolquí. Desde sus orígenes humildes en la zapatería de José Terán hace sesenta años, con la conducción adecuada y visionaria de líderes locales y empresarios dedicados, el IDV ha construido una sólida base comunitaria, económica y deportiva mediante la dedicación integral a las divisiones inferiores. Así, el IDV es un ejemplo para todos los clubes ecuatorianos y para nuestra vida social y política. Porque la institucionalización no es la multiplicación indefinida de ministerios y secretarías, sino el fortalecimiento de las entidades que ya existen, mediante la formación continua de sus funcionarios y el respeto a la ley para cumplir con eficiencia sus objetivos específicos.

Luego, el fenómeno IDV ilustra la función del deseo en nuestra particular existencia subjetiva, y a veces en nuestra vida colectiva. Concepto acuñado por Freud y Lacan, el deseo no se contenta con la realización de un objetivo único y definido; el deseo siempre es deseo de algo más, de otra cosa más allá de lo ya logrado. Así, el IDV entró discretamente a la Copa Libertadores por la repesca, y desde allí no dejó de luchar hasta el último minuto del encuentro en Medellín. Al final, solo cedió por la mínima diferencia ante el mejor equipo de América: el Atlético Nacional. La frustración de los jóvenes futbolistas ecuatorianos en la premiación testimonia que realmente querían disputar la copa mundial contra el Real Madrid de Cristiano Ronaldo y sus vedetes. Que el gesto de quitarse inmediatamente la medalla plateada –como los argentinos– no sea un mal augurio para nuestros deportistas.

Finalmente, el fenómeno IDV reivindica al fútbol ecuatoriano en sus raíces populares, representa la importancia de la fundamentación institucional para nuestros clubes en bancarrota, y devuelve honor y respetabilidad a nuestro fútbol después del “FIFAgate” criollo. Ahora, se prevé una migración cercana de algunos titulares del IDV al fútbol extranjero y la consecuente desarticulación del equipo titular. Esperamos que ellos aprovechen la oportunidad con calidad y sensatez, para salir finalmente de su pobreza original. Pero si Michel Deller, su equipo de trabajo y la comunidad de Sangolquí tienen claros sus objetivos y sostienen su deseo, no dudemos de que el IDV se afirmará como uno de los grandes del Ecuador y del continente en las próximas décadas. Agrio, tortillas y hornado, para rato. (O)